¡Ah!, las benditas leyes


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¡El repudio es generalizado! Las palabras son múltiples. ¿Será posible que las acciones contra la violencia se generalicen? Domingo 17 de julio, 9:30 horas, reunión en la Plaza de la Constitución para caminar hacia el Congreso y luego al Centro Cí­vico y demostrar nuestro repudio a la violencia. Todos unidos por una Guatemala con justicia y un lugar donde se viva en paz.

Raymond J. Wennier

 


¡Qué se cumplan las leyes! Esperamos que miles de personas lleguen esta y otra, y otra vez, hasta que se dé el cambio. El miedo es individual, si hay unión, apoyo de unos a otros, no hay miedo. Guatemala merece que actuemos todos unidos en un mismo fin: No más violencia, queremos paz. Históricamente, cada paí­s, hace una serie de reglas, medidas y leyes que atienden a las necesidades de una sociedad para ordenarla y castigar a los que no quieren seguirlas. Antes, la infracción de una ley merecí­a ser tirado a los leones o a tener que luchar contra gladiadores en una arena donde el emperador gozaba del espectáculo acompañado de su corte mientras bebí­an vino. Los demás asistentes, el público, también aplaudí­an y gritaba a favor o en contra de uno de los contrincantes. Poco a poco fue cambiando la situación, se pasó por las flechas y los rifles del “wild, wild west” para imponer la ley y castigar a quienes no las obedecí­an. Para no hacer el cuento largo, estamos en el año 2,011, en Guatemala y existen una serie de leyes con el propósito de que los ciudadanos que no quieren seguir las “reglas del juego”, sean castigados por salirse del marco de referencia que deberí­a ordenar la sociedad para que cada quien pueda vivir con tranquilidad y paz. El otro dí­a, observando los últimos acontecimientos en Guatemala, conocidos por toda la población, me puse a pensar que muchos creen que “las leyes son buenas si me placen y son malas si me disgustan”. Hay muchas leyes vigentes y quiero dar mi apreciación sobre algunas de ellas. He visto a personas que manejan su carro en tráfico pesado hablando por el celular mientras tratan de manipular el timón con una mano. No es que van en lí­nea recta, están tratando de doblar una esquina. Esta transgresión a la ley que manda no usar el celular mientras se maneja, ha creado una “empresa criminal” cuyos miembros hasta matan por robar el teléfono. Muchos no siguen esta ley porque no hay autoridad que la refuerce. En este mismo tema, hay una ley que dice que hay que parar cuando se ve una señal de ALTO y cuando el semáforo está en ROJO. ¿Cuántos conductores de buses, carros y motos obedecen esta disposición? Dicen “pero si no vení­a carro”. La ley no dice pase cuando no venga carro, dice PARE. Esta desobediencia ha sido causa de muchos accidentes; no hay orden en las calles. ¿Qué me dicen de la disposición de dos en moto? Hace algunas semanas, un domingo, estaba parado en la Reforma durante las horas de “Pasos y pedales”. La regla para quienes van a esta actividad, es usar los carriles marcados para tal propósito. Pues no, un buen número de jóvenes en sus “skateboards” utilizaba los carriles del otro lado de la Avenida, reservado para la circulación de automóviles. Los jóvenes interrumpieron el tráfico y la autoridad presente, que los vio, no impuso orden ni reforzó el cumplimiento de la ley. Haciendo “cola” para ingresar a un evento en un edificio, estuvimos entre los primeros lugares esperando que abrieran. Un grupo, no una persona, se acercó y se adelantó a “saludar” a los que estaban delante de nosotros; nunca volvieron a su lugar en la cola, se quedaron platicando y lógicamente pasaron antes que nosotros. Los encargados del evento no hicieron nada al respecto. Se violó el derecho de los demás. Esa falta de respeto hacia los derechos de las otras personas, causa confusión entre mis deseos y mis derechos. Antepongo mis deseos a los derechos ajenos y eso provoca resentimiento que va creciendo y se comenta en forma negativa y en voz baja hasta que la violencia del oprimido se vuelque en violencia contra el opresor. Hay quienes si no consiguen lo que quieren, actúan agresivamente y pasan sobre cualquiera con tal de conseguir su deseo que según ellos, es su derecho. De nuevo la confusión aumenta. Hay una Constitución que nos marca claramente lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer; las transgresiones a nuestra Carta Magna son tales y tan obvias que la población entera las comenta. Se ha vuelto costumbre evadir el pago de impuestos y surgen mil argumentos para racionalizar el no pagarlos. Hemos escuchado que alumnos hacen “fraude” para ganar exámenes y hemos sabido de “profesionales” que han comprado un tí­tulo universitario. ¿Pondrí­a usted su salud o sus asuntos legales en las manos de un profesional que obtuvo su tí­tulo en forma por demás ilegal? Un abogado podrí­a ampliar la lista de deseos que se confunden con derechos, pero lo dicho enfatiza lo que quiero decir. El Congreso elabora y decreta leyes para mil situaciones; la mayor parte de éstas no sólo no son conocidas sino no puestas en práctica y mucho menos obedecidas. ¿Qué pasa entonces? ¿Son leyes sacadas de la manga, con intereses particulares? ¿Son leyes de beneficio para el paí­s y sus habitantes? Viendo a la Guatemala actual, pienso en el clima polí­tico que viví­a Gerona, Cataluña, España, durante los años anárquicos previos al estallido de la Guerra Civil Española. El desorden, el caos, el incumplimiento de las leyes, reglas y medidas y la ausencia de una autoridad confiable y justa, hacen necesario un liderazgo fuerte, honesto, que reordene el cumplimiento de las disposiciones constitucionales para que Guatemala retome el camino de la paz. Este es el reto de las próximas autoridades.