¡Aguas con el payaso!


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Los del Partido Patriota están tristes y tratando de superar el fiasco de la primera vuelta.  Por más que repitan estar contentos por haber quedado en primer lugar, la verdad es que sus gestos dicen más que sus palabras, aunque éstas también son una emanación de una verdad que intentan ocultar.

Eduardo Blandón

 


El otro dí­a, por ejemplo, Roxana Baldetti en Quetzaltenango, expresó con amargura la frustración de tener que competir “con un payaso”, con el mismo Patch Adams, en su versión guatemalteca.  Y no la culpo, tiene razón, Baldizón es un show caminando y como comediante, la vergí¼enza del gremio.  Pero, Baldetti también deberí­a concordar conmigo que el mundillo polí­tico está lleno de sujetos así­.
 
Sinibaldi, para no ir muy lejos, es un muchacho cuyas poses en la campaña fueron siempre cómicas.  Su abrumadora publicidad lo mostró como un personaje histriónico, siempre con una sonrisa forzada en sus labios y una desesperación en el alma.  Algo bueno habrí­a salido de Rossini o Verdi de haberlo conocido: una ópera u opereta tragicómica. 
 
La verdad es que los payasos en el mundo polí­tico son la regla, no la excepción.  Y los ha habido, en los últimos tiempos, históricos, prototí­picos, paradigmáticos.  ¿Se recuerda del General Rí­os Montt?  ¡No me diga que no era un payaso!  Todo en él era gracioso: su cara, manera de hablar y gestos.  Hasta sus ideas eran disparatadas.  Eso sí­, fue un payaso cruel, cí­nico e inescrupuloso.  Un payaso de pacotilla, como todos los que pululan en la vida pública.
 
Otro de esos bufones del pasado fue Alfonso Partillo.  Sólo que éste tuvo la peculiaridad de no sentirse satisfecho sólo con hacer reí­r a su auditorio, sino que intentó mofarse de ellos.  Portillo quiso pasarse de payaso, jugó a hí­per payaso, trans payaso o meta payaso (inventemos términos, qué más da).  Se le olvidó que una regla importante de los “clowns” es no poner en ridí­culo a su auditorio.  Ahora es un triste “pagliaccio” tras las rejas.
 
En fin, a Roxana Baldetti se le olvida que la fauna con la que comparte su vida profesional o su quehacer cotidiano es muy circense.  A ella le valdrí­a más pasarse riendo y/o evitando no ser ella también un personaje ataviado para el chiste y la broma.   Y bien valdrí­a recordarle que ese payaso con el que compite su partido amenaza no con hacerlos reí­r en noviembre, sino aguarles la fiesta.  Por eso, es bueno decirle muy a lo guatemalteco: ¡aguas con ese payaso!