¿Acuerdos de Paz o Recuerdos de Paz?


Jorge_MARIO_Andrino

El 29 de diciembre se conmemora otro aniversario de la suscripción del Acuerdo Final de Paz Firme y Duradera (porque los acuerdos parciales se venían firmando desde hacía años atrás), sin que su efecto y sentido tengan una relevancia para Guatemala y su población. A pesar de ello, recordar la fecha permite evaluar si el trascendental hecho histórico sirvió para lo que se esperaba: una plataforma política de cambio positivo para el país.

Jorge Mario Andrino Grotewold


La respuesta, es que no ha existido una verdadera política pública en materia de reconstrucción del tejido social, o quizá de cumplimiento de lo que la agenda de la paz tenía como proceso, discutido, negociado y acordado entre el Gobierno y líderes guerrilleros, que no tenían exactamente la representación del país, pero que fueron lo suficientemente sagaces de incluir como parte de los compromisos de paz, una visión de Estado significativamente importante y de cambio para todos.  Se resalta dentro de los grandes ejes, los temas del reconocimiento y respeto a los derechos humanos, especialmente en cuanto a los aspectos de desigualdades económicas y sociales, y con énfasis especial en las poblaciones tribales.  De igual forma, los Acuerdos de Paz contemplan una etapa de fortalecimiento de un poder civil disminuido por los antecedentes de control militar del siglo pasado y un proceso de modernización del Estado, como preludio a una etapa de blindaje político mediante reformas constitucionales.  La ruta estaba trazada, y entre otros actores, la comunidad internacional respondió favorablemente otorgando insumos financieros al proceso en general, desde la justicia y su lucha contra la impunidad, pasando por las distintas capacitaciones de organización social y comunitaria, hasta la dotación de equipo técnico, tecnológico y especializado. Se daban las condiciones, se firmaban documentos como símbolo de voluntad nacional y se promovía un cambio de cultura en todo el país.

Pero… ¿Qué pasó? 17 años después solo quedan los “recuerdos” de esa agenda trazada y la mirada atónita de quienes aún creen que cambiar Guatemala es posible con base en esos Acuerdos Políticos firmados y jurados de cumplir, bajo el espejismo de la democracia y la libertad.  Ni las estadísticas ni los indicadores prometidos han alcanzado los niveles para lograr un desarrollo integral, económico, social o cultural. Avances sí, pero mínimos para las grandes necesidades del país, y el reconocimiento que entre otros flagelos que ya estaban contenidos en las desgracias de Guatemala, se escondían bajo las excusas de la guerra y el conflicto.

La inseguridad, el hambre y el subdesarrollo ganan espacios en un nuevo milenio, que encuentran aliados malévolos como el narcotráfico, la corrupción y la ausencia de liderazgo en los círculos de incidencia política principalmente, pero también en otros como los empresariales, académicos y sociales.

La agenda de la paz se confunde con haber terminado un conflicto, cuando en realidad se trata de una búsqueda de un desarrollo para que cada guatemalteco y guatemalteca puedan tener una oportunidad de vida digna, en paz y con el disfrute de la felicidad. Si se ha confundido esa paz con un papel firmado para terminar una guerra iniciada 30 años antes, es tiempo de reaccionar y lograr una verdadera paz, para la cual no hay aniversario ni celebración específica, pues es una etapa que se tiene, se vive y se disfruta cada día.  Si no, esos acuerdos seguirán siendo nada más que recuerdos.