Humorismo presidencial


Luis_Enrique_Prez_nueva

Un dí­a antes de la pasada segunda elección presidencial, durante una entrevista periodí­stica, el presidente ílvaro Colom se evaluó. Para evaluarse se aplicó una escala que tení­a un número máximo de diez puntos, de los cuales se adjudicó ocho. Esa adjudicación me ha convertido en un deudor del presidente Colom; pues le debo una de mis más repentinas y sonoras carcajadas.

Luis Enrique Pérez

 


Una vez más compruebo que el poder idiotiza. Y sólo en un supremo acto de licenciosa y extática idiotización el presidente Colom pudo haberse adjudicado ocho de diez puntos, y pretender que hubiera algún ciudadano que le otorgara verosimilitud a tan insensata adjudicación. Quizá el presidente Colom hasta pretendió que algún ciudadano creyera que habí­a sido modestí­simo, porque merecí­a el máximo puntaje.

Toda escala aplicada para evaluar al presidente Colom, incluida aquella que él mismo pueda aplicarse, tiene que contener únicamente un número negativo de puntos, porque es imposible adjudicarle un número positivo de puntos. Precisamente el presidente Colom debió adjudicarse un número negativo de ocho puntos. Aun así­, la adjudicación hubiera sido excesivamente piadosa, porque tení­a que haberse adjudicado el número negativo máximo, es decir, diez puntos.

Como si hubiera pretendido exhibir una asombrosa objetividad, el presidente Colom afirmó que, en la función de procurar seguridad pública, no se adjudicaba ocho puntos. Quizá se adjudicaba siete o seis puntos; pero nunca dos puntos, o cero puntos. Mi deuda con el presidente Colom se duplicó, y le debo una más de mis repentinas y sonoras carcajadas; pues por su pésimo desempeño en la función de procurar seguridad pública debió adjudicarse el máximo número negativo de puntos, es decir, diez puntos.

Por su pésimo desempeño en otras funciones, el presidente Colom también debió adjudicarse el máximo número negativo de puntos. Por ejemplo, no cumplió ni obligó a cumplir las leyes, y hasta pretendió transgredir la Constitución Polí­tica para que su esposa pudiera optar a la Presidencia de la República. Tampoco administró “la hacienda pública con arreglo a la ley” sino “con arreglo” a la transgresión de la ley. Fue una transgresión de magnitud tal que él adquirió, con mérito suficiente, la calidad de ser el Presidente de la República más corrupto de la historia de nuestro paí­s. Y ni aun pudo “mantener la dignidad de la Nación”, sino que, como si fuera su mejor hazaña diplomática, logró que la nación fuera despreciada, insultada y ofendida por el exdictador de Cuba, Fidel Castro (quien estuvo deliberadamente ausente en el acto en el cual el mismo presidente Colom lo condecoró con la Orden del Quetzal, en el grado de Gran Collar).

En suma, en cualquier sensata escala de evaluación el presidente del asesinato, la sangre, el cortejo funeral, la lágrima, el dolor y el cementerio; el presidente del robo, la extorsión y el secuestro; el presidente de la ilegalidad; el presidente que ha sido voraz depredador ilí­cito del tesoro público; el presidente de la indignidad de la nación; y también el presidente del cuantioso incremento de la deuda pública, y el presidente de la destrucción de caminos, carreteras y puentes; es decir el presidente Colom, únicamente puede adjudicarse el máximo número negativo de puntos.

Post scriptum. Evaluado por su ineptitud, irresponsabilidad y negligencia para ejercer la Presidencia de la República, le adjudico al presidente Colom el máximo número positivo de puntos en cualquier escala posible; y lo declaro Anti-Presidente de la República.