Huellas de irresponsabilidad contaminan la escena del crimen


Bomberos Municipales rescatan a las ví­ctimas de un accidente aéreo en la zona 3.

Nuestra labor consiste en transmitir las noticias para los medios de comunicación, pero en ocasiones los periodistas vamos más allá; superamos la barrera de la privacidad y la seguridad, al punto que nuestras acciones tienen serias implicaciones legales y éticas que en ocasiones rayan en la irresponsabilidad.

Redacción La Hora
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Cuerpos de socorro trasladan a una persona herida.Una persona es trasladada a un centro asistencial.

Minutos después de un hecho de violencia, los cuerpos de socorro, la Policí­a, las funerarias y los medios de comunicación llegan a la escena del crimen. Cada uno con su propio interés.

Mientras las autoridades y socorristas se preocupan por la ví­ctima y los agentes funerarios buscan a los familiares, la prensa se concentra en los hechos y el escenario. Sin embargo, no siempre se respetan las reglas en el campo de acción.

Según una fiscal de Mixco, encargada de resguardar la escena del crimen, quien pide no ser citada para evitar conflictos laborales y mediáticos, la situación es compleja, pues entiende «perfectamente» que los periodistas deben cumplir con su labor informativa, sin embargo, señala que recurrentemente los comunicadores tienen actitudes prepotentes cuando se les pide que se alejen de la escena del crimen mientras el Ministerio Público (MP) hace lo posible por preservar las evidencias.

«Hay periodistas muy amables, aunque también los hay prepotentes, que pelean cuando se les pide que se alejen de la escena del crimen; es por eso que el fiscal siempre le dice a la Policí­a que no les permita estar en la escena para evitar ese tipo de problemas».

De acuerdo con el Manual para la Preservación de la Escena del Crimen, del Ministerio Público, es importante que se preserven todas las evidencias de un hecho criminal, para lo que se hace imprescindible evitar la contaminación del espacio con agentes extraños.

Esto, porque los elementos fí­sicos que resultan de un hecho criminal son fundamentales en las investigaciones para dar con los responsables, y en un proceso, son fundamentales para concretar un argumento de acusación por parte de la Fiscalí­a.

En ese sentido, la entrevistada reitera que es preciso que no se contamine la escena del crimen, pues dificulta los procesos de investigación. En el caso de los periodistas, la experiencia da cuenta que han pateado casquillos de bala, se pisotea la sangre o fluidos de la persona muerta, o se borran las huellas digitales del escenario.

La especialista indica que a los fiscales se les exige que documenten la escena del crimen, no obstante, el trabajo del periodista que se involucra con las evidencias obstaculiza su labor, aunque entienden también el trabajo del comunicador.

Al ser consultada sobre las llegadas tardí­as del MP a la escena del crimen, responde que esto sucede porque no se atiende un solo caso al dí­a, pues constantemente deben arribar a distintos lugares que se encuentran lejanos.

«No hay solo un muerto, lo que pasa es que a veces estamos ocupados todos los grupos, tenemos que terminar primero con uno y luego irnos a otro lugar; cuando nos queda cerca llegamos en 20 minutos, pero hay direcciones que son lejos», indica.

La institución indica que buscan evitar más ví­ctimas de hechos, pero los comunicadores, no importa a costa de qué, siempre buscan la forma de ingresar a lugares que no están permitidos. «Todaví­a hay que discutir sobre la ética y la legalidad, en lo que respecta a este tema», puntualizó.

RIESGOS

El gremio periodí­stico atraviesa por varias dificultades; por un lado los constantes riesgos a los que se enfrentan dí­a a dí­a, aunado a otros factores que acechan la libertad de expresión y la libre emisión del pensamiento.

De acuerdo con Ileana Alamilla, directora del Centro de Reportes Informativos sobre Guatemala (Cerigua), actualmente el derecho a la emisión del pensamiento es acechado por el crimen organizado, la narcoactividad y en ocasiones, hasta por algunos pobladores, que se convierten en turbas cuando se originan diversos hechos de violencia.

Sin embargo, a decir de Alamilla, los periodistas deben estar conscientes que su vocación no implica la obligación de exponerse a riesgos. «Me parece que exponerse a más peligro no significa que uno tenga más vocación de periodista», afirma.

La directora de Cerigua, indica que en estas situaciones también existe una gran responsabilidad por parte de los medios de comunicación, quienes deben ofrecer mecanismos a los comunicadores de cómo hacer coberturas de riesgo y ofrecer medidas de seguridad.

La profesional destaca que es importante reflexionar sobre los peligros que se corren en las coberturas arriesgadas y que el hecho de exponerse innecesariamente «podrí­a arrebatar algo tan preciado como la vida».

Un ejemplo de esta situación se dio el pasado 28 de mayo, cuando murió el periodista de un canal de la televisión abierta, Aní­bal Archila, quien cubrí­a la noticia de la erupción del volcán de Pacaya. Según informaron los cuerpos de socorro, un golpe en la cabeza por una piedra lanzada por el volcán le arrebató la vida.

En esa ocasión, también se encontraban periodistas de diferentes medios de comunicación, y algunos continuaron con la cobertura, pese al riesgo de la situación.

A criterio de Evelyn Blank, del Centro Civitas, lo sucedido al comunicador es ejemplo del riesgo que se corre en ciertas coberturas, pues a él se le observó que ni siquiera tení­a un casco para protegerse de la actividad volcánica.

La representante de Civitas afirma que los periodistas olvidan dos factores importantes, por un lado, a la familia y por el otro, que varios de los medios de comunicación donde laboran no les pagan seguro de vida -pese a que es una obligación de ley- y están expuestos a perderla en cualquier instante.

Según Blank, el caso de Aní­bal no es el único ejemplo que se puede mencionar, pues todos los comunicadores constantemente se exponen a la violencia e inseguridad más de lo debido.

CONFLICTOS

Un dí­a antes de la muerte de Aní­bal, un conflicto se habrí­a suscitado entre periodistas de diferentes medios de comunicación y miembros de las Fuerzas Especiales Policiales (FEP), por restringir el paso al área donde se estrelló una avioneta, en la zona 3 capitalina.

«No puede pasar, lo hago por su bien, no se acerque porque hay combustible regado en todo el lugar», dijo un policí­a a una periodista, e inmediatamente cerró la puerta de la empresa de embutidos, donde colisionó la avioneta.

Los comunicadores reaccionaron ante la situación, pues argumentaban que debí­an tomar fotografí­as y obtener datos para trasladar la información a sus respectivos medios de comunicación, sin embargo, las FEP insistieron en que cumplí­an con el deber de resguardar el área donde murieron cuatro personas.

En esta situación, el reportero de una radio resultó herido, luego de que forcejeó al intentar cubrir la noticia. Tras la llegada de un jefe policial, la situación se resolvió con un diálogo entre las fuerzas de seguridad y los periodistas.

Ese fue uno de varios tantos conflictos que se originan en las coberturas periodí­sticas, pues en ocasiones anteriores ha pasado que se suscitan enfrentamientos entre miembros de la prensa y del MP o la Policí­a Nacional Civil (PNC), en las escenas del crimen.

Representantes del gremio periodí­stico responden que, en ocasiones, no existe respeto de parte de algunos trabajadores del MP y la PNC, quienes les han agredido verbalmente para que desalojen el área.

Esto, según Blank, debe ser reflexionado profesionalmente, porque también se han dado casos donde los periodistas buscan tener la primicia y captar las mejores imágenes, sin importarles el trabajo de las fuerzas de seguridad y los investigadores.

Según la profesional, hace tres años, un grupo de bomberos y periodistas de un noticiero local, sorprendieron con su actuar, pues una mujer junto a su niño resultaron heridos en un accidente; el menor murió y la mujer estaba muy mal, sin embargo, en lugar de trasladarla a un nosocomio, los socorristas y los comunicadores filmaron la escena antes de trasladarlos a un centro asistencial.

Por su parte, Alamilla opina que los profesionales de la información deben buscar siempre la ética y el respeto por el derecho humano, pues con estas actitudes tienden a obstruir la justicia para los familiares de las ví­ctimas, además, «una primicia no es más importante que el respeto por los derechos de las personas».

En algunos casos, según la experta, también se puede calificar como imprudencia, entrevistar o fotografiar a personas que están sufriendo la pérdida de un ser querido, sin embargo, es necesario ponerse en los «zapatos de los demás» para evitar faltar al respeto, dice.

Los reporteros señalan que varias de estas actitudes son criticadas, pero es preciso que se conozca que son los medios de comunicación que exigen acciones prontas para obtener información del suceso que será trasladado a la población.