Huele a azufre en Venezuela


Prevengo a cuantos traten de copiar el modelo chavista: sólo cosecharán miseria. Desde que se inició la mal llamada Revolución Bolivariana, hace ya más de dos lustros, he visitado una o dos veces al año Venezuela, la última el pasado agosto en compañí­a del «sagaz» ministro de Exteriores español. Así­, he podido comprobar de primera mano la degradación en la que un golpista confeso, que se atreve a dar lecciones de democracia al mismí­simo Obama, ha sumido a una nación entera.

Humberto Montero
periodista y analista polí­tico, hmontero@larazon.es

Fuentes diplomáticas en Caracas me cuentan que la economí­a ha tocado fondo y que la desesperación de los miles de venezolanos que confiaron su voto a Chávez se ha disparado y amenaza con convertir al paí­s caribeño en un polvorí­n. La tasa de desempleo oficial está en el 7,5%, con una pérdida de 270 mil empleos formales sólo en el pasado mes. Mientras, la bolsa de venezolanos que se ven arrastrados a las penurias de la economí­a informal no deja de aumentar: 3,7 millones, un dato falseado que no incluye a los miles de profesionales con tí­tulo universitario o técnico que trabajan en casi cualquier cosa para subsistir. La crisis, con una contracción oficial del PIB superior al 1% y una caí­da brutal en la actividad comercial que, sin embargo, no logra frenar la desmedida subida de los precios (un 1,9% en noviembre lo que sitúa la inflación acumulada en el 23%, la más alta del  continente), está golpeando con dureza a todos los sectores y se ve agravada por la caí­da de ingresos de la renta petrolera, la principal actividad de Venezuela.

Estos son los datos oficiales, pero la realidad es aún peor. Los economistas independientes que he consultado hablan de una tasa de desempleo muy superior al 20% y de una caí­da gigantesca de la productividad que corre pareja a la polí­tica de estatalizaciones sin sentido acelerada por el Gobierno en 2009. En apenas dos semanas, Chávez ha cerrado ocho bancos (el 10% de los depósitos del paí­s), cumpliendo sus amenazas de nacionalizar la banca si ésta no regala los préstamos a quienes no tienen recursos, un contrasentido para una actividad cuyo fundamento es la consecución de beneficios no para una entidad abstracta sino para los particulares que prestan el dinero. Este último movimiento sólo puede provocar una fuga masiva de los capitales que todaví­a no habí­an huido de una revolución calcada al fracasado modelo cubano. A los cortes de luz y agua se suma, además, la oleada de criminalidad y la emergencia sanitaria que tiene paralizados unos 2 mil centros sanitarios mientras el régimen no deja de importar médicos cubanos con peor cualificación que los venezolanos a cambio de crudo regalado (a 27 dólares el barril), una fórmula para financiar a los hermanos Castro.

No quisiera pintar un escenario apocalí­ptico, pero esta es la realidad. Hoy hay más pobres que ayer en Venezuela y, lo que es peor, cada vez hay menos riqueza. Salvo la que atesora la llamada boliburguesí­a.  

Para colmo, a lo largo de estos años, Chávez no sólo ha hecho enemigos por medio mundo, también le ha dado tiempo de estrechar lazos con torturadores y asesinos como Fidel Castro o enajenados antijudí­os, como el iraní­ Ahmadineyad, y se ha gastado buena parte del segundo boom petrolero de Venezuela en proyectos megalomaniacos, como el ALBA, mientras la mitad del paí­s se pudre en la miseria.

Además, ha convertido su Barinas natal, un rico y bello estado ganadero, en un cortijo; en su finca y reino feudal donde los Chávez hacen y deshacen a su antojo. De los millones de hectáreas expropiadas en la reforma agrí­cola (más de 200 mil arrebatadas a españoles y sus descendientes bajo amenazas) casi el 20% pertenecen a Barinas. Ni que decir tiene que algunas de esas tierras han ido a parar a los hermanos, primos y demás parientes del Presidente. Y mientras la «mamma» se va de compras por la Quinta Avenida de Nueva York, el pueblo llano asiste hipnotizado al salmódico discurso bolivariano y a las cómicas ocurrencias de su lí­der. Hoy es la transición a la economí­a socialista, a pesar de que es un axioma incontestable que el Estado es el peor gestor posible en éste y el otro mundo, mañana es la recuperación del nombre indí­gena del Salto del íngel y pasado será la prohibición de llevar jeans para oficializar el uso del taparrabos.

A Chávez le encantarí­a que, sumido como está en el caos más absoluto, Obama respondiera a sus insultos y desplantes. En la inútil cumbre de Copenhague no ha hecho más que retar al Presidente de Estados Unidos en busca de una confrontación artificial que le devuelva el enemigo que representaba Bush. Pero Obama no ha picado y eso le duele aún más. Ya saben aquello de que «no hay mayor desprecio que no hacer aprecio». Y que el caudillo se las apañe entre azufre.