Al acercarse la dimisión de Hu Jintao como titular del Partido Comunista de China después de 10 años en el poder, escucha algo inusitado para un gobernante del país: fuertes críticas.
En comentarios en medios de comunicación, en periódicos de grupos de análisis y en la menos censurada blogósfera, el mandato de Hu es descrito como una oportunidad perdida para atender añejos problemas que se han arraigado, desde una abismal desigualdad entre ricos y pobres hasta el empeoramiento de la degradación ambiental, al igual que una rígida política autoritaria. Un comentario se refirió a ese período como una «década perdida».
«No sabíamos que Hu terminaría siendo tan conservador», señaló Wu Jiaxiang, un ex investigador del partido que se volvió empresario y es ávido bloguero, al resumir la decepción de muchos entre los participantes de tertulias en China. Wu dice que se desencantó con Hu desde el cierre de los sitios liberales en internet en 2005.
Algunas de las críticas llevan la intención de incidir en Xi Jinping, quien sustituirá al tecnócrata y ultra-reservado Hu, de 69 años, en un congreso del partido que comienza el jueves.
Los medios estatales de comunicación, que responden al partido y dominan la información que reciben la mayoría de los chinos, han encomiado la época de Hu como una «Década Gloriosa».
No es del todo una exageración. Hu encabezó un incremento en la prosperidad nacional e influencia global no vistos por los chinos en siglos. Cuando asumió el cargo, la economía de China era un poco mayor que la italiana; ahora es la número dos del mundo. El país se jacta de tener el mayor número de usuarios de internet y de teléfonos celulares en el planeta, y es el imán más poderoso para la inversión extranjera directa. El ingreso per cápita se ha quintuplicado hasta los 5.400 dólares.
China tiene presencia en la mesa principal de las decisiones en el mundo, y es reconocida por los planificadores de la defensa estadounidense como el único competidor que podría llegar a medirse al tú por tú con Estados Unidos. Con Hu, China efectuó su primer vuelo espacial tripulado y sus primeros Juegos Olímpicos, además de incursionar en otros proyectos que han significado el ascenso del país y le han granjeado respeto en el mundo.
Sin embargo, la política en China sigue estando un mundo aparte. Los críticos de Hu dicen que el resto de la dirección colectiva de la nación ha sido demasiado tímido para cambiar un sistema que hierve en conflictos.
Un problema central que los detractores señalan es la ejecución de la estrategia de crecer a costa de lo que sea, la cual concentra la riqueza en unos cuantos y desfavorece a muchos. Solucionarlo ha estado en la lista de tareas del gobierno durante más de una década. En algunos casos, las medidas aplicadas por Hu —crédito bancario fácil, un mayor aparato de seguridad y una dependencia de enormes empresas estatales— han empeorado la situación, al agregar un aletargamiento de la expansión económica y un aumento de la deuda a problemas como el amiguismo, la corrupción y la injusticia que han desatado protestas de gran magnitud.
En un discurso pronunciado en julio con la aparente intención de definir su legado, el mandatario afirmó que mantener al partido al mando de la situación es esencial para que China avance.
«De principio a fin, debemos garantizar que el partido es el núcleo indómito en el liderazgo del socialismo con características chinas», dijo Hu ante funcionarios prominentes del gobierno central y de gobiernos provinciales, muchos de los cuales estarían presentes en el congreso del jueves.