Se cumplen hoy 40 años de la captura de seis integrantes de la Comisión Política del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), compañeros Bernardo Alvarado Monzón, Secretario General del CC; Mario Silva Jonama, del Secretariado del CC; Hugo Barrios Klee, Carlos Alvarado Jerez, Carlos René Valle y Valle y Miguel Ángel Hernández. Junto con ellos se detuvo a la compañera Fantina Rodríguez.
\ Carlos Gonzáles \
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Los compañeros se encontraban en una casa de la Avenida de Las Torres, en la zona 7 de la capital. Se aprestaban a reunirse con el objeto de ultimar los preparativos de la sesión solemne con la que el Pleno del Comité Central del Partido conmemoraría un aniversario más de la fundación del partido de la clase obrera guatemalteca.
El ingreso de los restantes integrantes del CC a donde tendría lugar la sesión, se suspendió inmediatamente. A algunos de sus miembros se encargó tomar las medidas de emergencia a fin de verificar lo acontecido, evitar que el golpe se ampliara y preservar la seguridad de órganos, cuadros y militantes, bienes y pertenencias del Partido.
Después de su captura, la Policía Judicial tuvo a los compañeros en sus ergástulos de la séptima avenida y 14 calle. Luego, los entregó al Ejército, en una de cuyas instalaciones continuaron siendo torturados. Después, llegó la orden de asesinarlos y desaparecer sus cadáveres.
Lo que aconteció entonces, constituye uno de los más severos y duros golpes en contra del Partido, cuadros nacionales e intermedios, militantes de base y su destacamento juvenil, la Juventud Patriótica del Trabajo (JPT), así como en contra de la clase obrera, el campesinado y demás capas trabajadoras de la población guatemalteca.
Para el gobierno de Arana Osorio (1970-1974) y sus cómplices, el asesinato y desaparición del más alto órgano de dirección política del Partido suponía, en sus cálculos, nuestra liquidación definitiva. No fue así.
El compañero Huberto Alvarado, miembro del Secretariado del CC y de la CP, se encontraba en México. De inmediato se trató de asegurar su retorno clandestino al país. Desde el mismo día en que se logró, se puso al frente de la dirección del Partido en su calidad de nuevo Secretario General del CC.
Dedicado a ello se encontraba cuando el 22 de diciembre de 1974 fue herido y capturado vivo por fuerzas del Ejército; fue asesinado la madrugada del día siguiente. El gobierno, fraudulentamente impuesto, lo encabezaba el general Laugerud García (1974-1978).
Después de aquel suceso, a la dirección constituida, habría de corresponderle -en condiciones más difíciles y adversas-, hacer frente y resolver los problemas y dificultades de la lucha revolucionaria y popular, superar las escisiones internas de 1978 y enero de 1984 y, sobre todo, asumir las tareas unitarias como integrante de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), participar en las conversaciones para ponerle fin al enfrentamiento armado por medios políticos y suscribir el Acuerdo de Paz firme y duradera, el 29 de diciembre de 1996.
A 40 años de aquel crimen del aranismo, y que este 28 de septiembre se estará arribando al 63 aniversario de fundación del Partido, es necesario considerar y replantear la situación actual del país y su entorno internacional. A partir de ahí, dirigir el esfuerzo principal a organizar y concretar la alternativa real de poder, desde la izquierda.
Me refiero, como muy bien lo plantea el profesor universitario mexicano Víctor Flores Olea, de “una izquierda… que ha de combinar fuertemente la militancia desde un partido con la intensiva movilización social que hoy tiene particular relevancia política en la mayor parte del planeta.
“Militar desde la izquierda, agrega, significa estar presente críticamente en todas las decisiones, conflictos, discusiones, análisis de la realidad nacional e internacional. Se trata de una lucha permanente…, que tiene desde luego un carácter eminentemente político, pero también cultural e ideológico…, una batalla por ideas, por principios”.
Vistas las cosas así, hay que tener presente que nunca es demasiado tarde para reconocer y rectificar errores y no volverlos a cometer, ni imposible ni remoto avanzar en dirección de los cambios revolucionarios, institucionales y democráticos que Guatemala necesita.