Howard Zinn y Barack Obama


El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, es de esas personas que muchos consideran enigmáticas.  Un dí­a se viste de verde y aparece como un férreo defensor del ambiente, el otro pronuncia un hermoso discurso sobre la paz, habla sobre la seguridad, el desempleo, la sociedad de bienestar… Pero siempre, o casi siempre, parece que sus decisiones (ni sus acciones) son tan fuertes como muchos, quizá con poca esperanza, anhelaban.

Eduardo Blandón

Por eso es que tiene al mundo en vilo, esperanzado y a veces al borde de la decepción.  No es de esos personajes que pasen desapercibidos, al final es el Presidente de la nación más poderosa del mundo y el hombre que debió llamarse «Crisóstomo», «boca de oro», por su peculiar encanto al hablar y el canto de sirena con que seduce a quienes lo escuchan.

 

Quienes lo alaban son legión, quienes lo abominan no lo son menos.  Es la condena, quizá, de quienes detentan el poder y se ponen a la cabeza de un grupo que a menudo espera milagros y se frustra al no verlos realizados.  Pero no hay que equivocarse, hay algo en la boca de los crí­ticos que puede ser veraz o, por lo menos, hacer pensar y tomar distancia frente a un Presidente que hasta hace muy poco era uno de los hombres más populares del planeta.

 

Por el valor de esa crí­tica es que hay que examinar las declaraciones de un historiador estadounidense recientemente fallecido, Howard Zinn, quien no obstante manifestarse a favor de ese cambio que representaba el candidato Obama, por último mantuvo una posición de decepción por la falta de eficacia en sus acciones y la lentitud en dirigir a un paí­s que él conocí­a de forma extraordinaria.

 

Yo he investigado con gusto, dice la figura de la izquierda americana, pero no he encontrado nada particularmente decisivo durante el primer año del mandato de Barack Obama, excepto, claro está, su retórica.  No veo nada impactante ni en su acción ni en sus polí­ticas.

El autor de una historia popular de los Estados Unidos fallecido el pasado 27 de enero, manifestó en su último artí­culo publicado en el seminario «The Nation», su balance del primer año de Barack Obama.  «Yo pensé que él harí­a más cosas sobre el plan de los derechos constitucionales.  Por eso, yo soy el más decepcionado, pues Obama salió de la facultad de derecho de Harvard y deberí­a sentirse particularmente preocupado por estas cuestiones», expresó con amargura el intelectual.

 

«La decepción no ha sido terrible en la medida que no esperaba gran cosa de él. En materia de polí­tica extranjera no ha hecho gran diferencia respecto a un presidente republicano.  í‰l es también nacionalista, expansionista, imperialista y va a ir a la guerra (…).  El actual presidente no ha tomado ninguna medida significativa que lo distinga de su predecesor, George Bush».

 

Evidentemente, Howard Zinn, encuentra aspectos positivos en Obama: como demócrata, es reformista, se encuentra cerca de los sindicatos e intenta favorecer a los ciudadanos por medio de leyes, pero a la hora de volverse efectivo, encuentra problemas.  Es la crí­tica que hace el ex profesor de la Universidad de Boston cuando mira el aprieto que pasa el Presidente a propósito de la reforma del sistema de salud. «El Presidente ha comenzado con un compromiso y cuando ha comenzado con un compromiso, termina con un compromiso de compromiso, en eso es lo que estamos ahora».

Ya se ve que Obama, al menos entre los pensantes, necesita más que retórica.  Y si la crí­tica hasta ahora ha sido disimulada, con los dí­as es cada vez menos oculta y mucho más directa.  Es un Presidente que no pasa desapercibido.