Horacio Castellanos Moya:»El patriotismo es una estupidez generalizada en todo el planeta»


Lilian Fernández Hall

Horacio Castellanos Moya nació en Tegucigalpa (Honduras) el 21 de noviembre de 1957, pero transcurrió su infancia y juventud en El Salvador, donde considera tener sus raí­ces. Ha vivido largos perí­odos fuera de su paí­s: residencias cortas en Guatemala, Honduras y Costa Rica, y casi diez años de exilio en México. Luego de la firma de los Acuerdos de Paz (1992), Castellanos Moya retorna a El Salvador y participa en un proyecto periodí­stico (el lanzamiento del semanario «Primera Plana») que durará apenas unos años. En 1999 decide alejarse nuevamente del paí­s, luego de haber recibido amenazas a raí­z de la publicación de la novela «El Asco» (1997). Desde entonces, Castellanos Moya ha participado en distintos proyectos literarios, y ha residido en diversas ciudades que lo han acogido como escritor refugiado, la más reciente Pittsburgh (USA), donde participó en el programa Cities of Asylum.


La producción literaria de Horacio Castellanos Moya es abundante y ha recibido numerosas muestras de reconocimiento. Su primera novela «La diáspora» (1988) ganó el Premio Nacional de Novela de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas y «La diabla en el espejo» (2000) fue finalista del Premio Internacional Rómulo Gallegos. Ha publicado, además, las novelas «Baile con serpientes» (1996), «El Asco» (1997), «El arma en el hombre» (2001), «Donde no estén ustedes» (2004), «Insensatez» (2004), «Desmoronamiento» (2006) y «Tirana memoria» (2008). Es autor de varios libros de cuentos, ensayos y poesí­a. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido incluido en numerosas antologí­as en Europa, Estados Unidos y América Latina. Horacio Castellanos Moya refleja en su obra, con un estilo seguro y una técnica efectiva, la realidad violenta de su paí­s y la polarización de las sociedades centroamericanas actuales.

– Lilian Fernández Hall: Horacio: luego de unos años de residencia en Pittsburgh, -donde muchos pensaron que te quedarí­as- te encuentras ahora a Tokio, Japón. ¿Cuáles son tus planes allí­?

– Horacio Castellanos Moya: En efecto estuve casi tres años en Pittsburgh y ahora me he trasladado a Tokio. Estoy sumergido en la obra de Kenzaburo Oé y espero escribir un ensayo sobre la misma, con énfasis en el tema de violencia y curación. Veremos qué sale. Fui invitado por la Fundación Japón y la Universidad de Tokio.

– LFH: Una vez dijiste que «la literatura surge más de la frustración, del fracaso, de la tragedia, que de la felicidad y del éxito. Una literatura que se basa en la felicidad y el éxito no es creadora». Teniendo en cuenta el hecho de que te has convertido en un autor cada vez más establecido, con un creciente reconocimiento en los ámbitos académicos, con traducciones, contratos con editoriales prestigiosas, etc. ¿Cómo afecta esto tu proceso creativo?

– HCM: íšltimamente me ha ido muy mal: demasiado ruido. La aplicación de los valores de la cultura del éxito y la celebridad a la literatura es mortal para el escritor. Nadie está a salvo. El excremento se filtra por todas partes. Y pronto se instala en tu mente y ya no sirves para un carajo.

– LFH: Cuando en 1997 publicaste la novela «El asco» provocó fuertes reacciones: crí­ticas, acusaciones, amenazas. Doce años después, esta novela circula sin problemas en El Salvador. ¿Significa esto que la sociedad salvadoreña ha madurado; que puede distanciarse y reflexionar crí­ticamente sobre sí­ misma?

– HCM: «El asco» siempre circuló sin problemas en El Salvador. Hubo amenazas y acusaciones contra el autor, pero el libro estuvo disponible y que yo sepa no hubo atentados contra él. No te sabrí­a decir si la sociedad salvadoreña ha madurado. Tengo cinco años de no visitar El Salvador, y doce años de no vivir ahí­, por lo que mis opiniones son viejas. Pero mi impresión es que a esa sociedad la literatura no le importa nada.

– LFH: ¿Por qué es el tema del patriotismo (o la carencia del mismo) un tema tan candente en América Latina?

– HCM: – El patriotismo es una estupidez generalizada en todo el planeta, no sólo en América Latina. Creo que el ser humano, entre más diminuto es espiritualmente y más miserable es su cotidianidad, busca aferrarse a valores que lo exalten, que le hagan sentir que es importante, más importante que los otros, más importante que los que son diferentes. Y de ahí­ al ejercicio de la violencia hay apenas un palmo.

– LFH: Pensando que ya no vives en El Salvador desde hace muchos años, ¿cómo afecta la distancia tu mirada de salvadoreño?

– HCM: Mi mirada se ha enfriado. Tendrí­a que regresar pronto, si no quiero extinguirme. Pero quizá eso sea inevitable: extinguirse.

– LFH: Muchos investigadores te han ubicado en la llamada «Estética del cinismo». ¿Te sientes representante de esa estética o perteneciente a una generación cí­nica o desencantada?

– HCM: Yo pertenezco a la generación que protagonizó la guerra civil, una generación que no se fue a la guerra por cinismo sino precisamente por lo contrario, por la creeencia en la posibilidad del cambio, por la voluntad de hacer ese cambio. Después de la guerra algunos de nosotros escribimos novelas con protagonistas desencantados ante la nueva sociedad. Pero hacer una generalización a partir de ello es convertir la parte en el todo.

– LFH: Definiendo a la estética del cinismo dice Mauricio Aguilar Ciciliano, entre otras cosas, que tu narrativa nos da «una visión telúrica del ambiente urbano masificado y solitario a la vez, donde la única salvación posible es la huida». ¿Qué piensas de esta reflexión? ¿Es la huida la única salvación posible?

– HCM: – El éxodo masivo de centroamericanos hacia Estados Unidos es una muestra más de que la realidad rebasa a veces a la literatura. Si los salvadoreños, los mexicanos, los guatemaltecos, los hondureños nos desplazamos en masa hacia Estados Unidos es porque no toleramos nuestras realidades nacionales, porque nuestras realidades nacionales no nos ofrecen nada que valga la pena, porque la nación ha perdido su sentido de ser (darle sobrevivencia y protección al nacional). De ahí­ la huida masiva, porque no hay otra salida. Mi literatura es apenas una pequeña expresión de ello.

LFH: – Javier Fernández de Burgos, del blog El Boomeran(g) (12/09/2008) ha ubicado tu última novela «Tirana memoria» en la corriente de novelas sobre dictadores, junto con escritores como Miguel Angel Asturias o Mario Vargas Llosa, adivinando detrás de la figura de «El Brujo» a Maximiliano Hernández Martí­nez. ¿Estás de acuerdo?

– HCM: – Es una soberana tonterí­a, escrita con mala leche, además.

– LFH: Algunos te han tildado de provocador, pero tú sueles negarlo. ¿Eres un provocador? ¿No tiene la provocación un valor en sí­ (provocar una reacción, iniciar un debate)?

– HCM: Yo no me defino como un provocador. Yo no me defino. Me cuesta entenderme, contengo muchos entes contradictorios. Ahora soy una cosa y enseguida lo contrario. Algunos de mis personajes no aceptan ni se adecuan a las convenciones sociales y mentales vigentes, por eso su forma de ver el mundo resulta provocadora, quizá hasta subversiva. Me parece que eso tiene un valor en sí­: el cuestionamiento de las formas imperantes de conducta, tanto mentales como emocionales, sociales como polí­ticas. Ese es uno de los ámbitos más ricos de la literatura.

– LFH: Muchos de tus libros han sido escritos, como tú mismo cuentas, de manera compulsiva: un trabajo concentrado durante un perí­odo corto y febril (tú has dicho inclusive que algunos libros fueron escritos a mano, en un cuaderno). Otros, al parecer, son producto de un trabajo más lento y sistemático. ¿De qué dependen estas distintas formas de encarar la escritura?

– HCM: – Dependen en buena medida de las condiciones externas. Me parece que adecuo mis fuerzas a las condiciones externas. No es lo mismo escribir en una situación lí­mite, sin ninguna certeza de sobrevivencia en cuanto al futuro inmediato, que escribir cuando uno cuenta con un ingreso asegurado para un periodo de escritura definido. Por supuesto que también hay elementos internos, de energí­as vitales, que inciden en esto, pero tales elementos forman parte del misterio de la escritura que, aunque suena a lugar común, en verdad existe y se paga un precio por intentar develarlo.

– LFH: ¿Cuál es tu relación con el espacio virtual de creación? En la actualidad, muchas personas, sobre todo jóvenes, descubren a sus escritores a través de blogs, twitter, facebook y demás espacios sociales por Internet. Muchos libros se bajan de la red, las editoriales digitales son cada vez más. ¿Qué piensas acerca de este fenómeno?

– HCM: Yo llegué tarde a esa fiesta y con unas canas de más. Las jóvenes parejas ya están formadas y bailan con entusiasmo. Y las pocas chicas sueltas que quedan me huyen como si yo fuese su papá.

– LFH: Yo no me referí­a a Internet como espacio propicio para conseguir una cita o una pareja, sino más bien a las posibilidades que da para la publicación digital, en muchos casos más accesible que las formas tradicionales de edición. Apuntaba además a la oportunidad de llegar a un nuevo tipo de lector (sobre todo jóvenes). ¿Cuál es tu relación con estos medios?

– HCM: A eso mismo me referí­a yo: llegué tarde y con canas de más. Es decir, carezco de entusiasmo y de una opinión interesante al respecto.

– LFH: Muchos amigos te caracterizan como un lector infatigable y actualizado. ¿Qué estás leyendo en este momento?

– HCM: Como ya te dije: Oé y lo que me cae en las manos de literatura japonesa. Y también los Major Works de Kukai, una biografí­a de Keats de Robert Gittings que compré a un dólar en una librerí­a de viejo de Shimokitazawa y, a cuentagotas, los escritos a lápiz de Robert Walser, para darme ánimos.

– LFH: Actualmente. somos testigos de cambios en varios paí­ses de Centroamérica. En El Salvador, por ejemplo, Mauricio Funes y el FMLN ganaron las elecciones, acabando con veinte años de gobierno de ARENA. En Honduras tenemos un golpe de Estado y un presidente depuesto que incita a la lucha. ¿Cómo ves el futuro de El Salvador en particular y de Centroamérica en general?

– HCM: – La polí­tica centroamericana es un juego sórdido. En esencia nada cambia, sólo la forma en que las élites se divierten peleando. Lo social y lo económico se mantienen inalterables: el hambre, el crimen, la miseria, el desempleo, la carencia de salud y educación, la absoluta falta de oportunidades. No importa quién suba o quién baje. Para la calidad de vida de la población se trata del mismo mono con distinta camiseta.

SEMBLANZA


Horacio Castellanos Moya es un escritor y periodista salvadoreño, nacido el 21 de noviembre de 1957, en la ciudad de Tegucigalpa, Honduras. Su familia era de nacionalidad salvadoreña y regresaron a El Salvador en la infancia del escritor.

Realizó sus estudios de primaria y secundaria en el Liceo Salvadoreño, colegio marista de San Salvador. Comenzó estudios de Literatura en la Universidad de El Salvador, que tuvo que suspender en 1979. En ese año, debido a la situación de convulsión social que viví­a El Salvador, se exilió en Toronto, Canadá. Se estableció en Costa Rica en 1980, y luego se trasladó a México donde vivió hasta 1992. En este perí­odo que coincidió con la Guerra Civil de El Salvador, trabajó en la Agencia Salvadoreña de Prensa (Salpress).

Su primela novela «La diáspora», ganó el Premio Nacional de Novela 1988, de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas». Durante su exilio en México, trabajó como redactor de los diarios «El dí­a» y «Excelsior» de la Ciudad de México y como corresponsal del periódico hispano «La Opinión» de Los íngeles, California. En 1992 regresó a El Salvador. En 1999 se trasladó a vivir a España y desde 2001 residió nuevamente en la Ciudad de México. Entre 2004 y 2006 vivió en Fráncfort, por la invitación del programa «Cities of Asylum» de dicha ciudad.

OBRA


NOVELAS

«La diáspora» (1988)

«El Asco. Thomas Bernhard en San Salvador» (1997)

«La diabla en el espejo» (2000)

«El arma en el hombre» (2001)

«Donde no estén ustedes» (2003)

«Insensatez» (2004)

«Desmoronamiento» (2006)

«Tirana memoria» (2008)

CUENTOS

«El gran masturbador» (1993)

«Con la congoja de la pasada tormenta» (1995)

«Indolencia» (2004)