Hoy muy de mañana me enteré del fallecimiento de Don Oscar Marroquín Milla, muy particular amigo y agudo maestro en las lides de mi incipiente labor de comentarista, columnista, editorialista o bien, en la actividad periodística iniciada hace ya más de veinte años.
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Su vasta experiencia como periodista fue compartida con muchas personas que se iniciaron bajo su tutela en Diario LA HORA, en su periódico IMPACTO y en su niña mimada por muchos años: la revista LA HORA DOMINICAL, misma que marcó el inicio en Guatemala del periodismo en forma de revista.
Hoy no me referiré a Don Oscar como hombre de empresa, ni a su vida política como ex funcionario; hoy como su amigo deseo recordar y compartir con los lectores de LA HORA, el aspecto humano de su carácter recio, definido y algunas veces intransigente con razón; motivos que le valieron la fama de hombre correcto y laborioso, empecinado en lograr sus objetivos y conservar el norte de los mismos.
Fui uno de los privilegiados en el uso de la magnífica biblioteca de LA HORA que formó a través de los años; él, un empedernido lector que emitía criterio con bases sólidas y argumentaba con el fundamento de haber leído; quienes le conocimos, sabemos que su sencillez a la par de su conocimiento fueron las columnas de su vida.
En las reuniones formales o pláticas entre amigos, siempre hizo gala de ser un anecdotario móvil, un referente puntual de asuntos históricos y sobre todo de aspectos relacionados con la vida familiar de gran parte de la sociedad guatemalteca. En la brega del periodismo, fue uno de los fundadores de la primera organización gremial periodística, la Asociación de Periodistas de Guatemala APG, misma que cobró vida para la defensa del sagrado derecho de informar y ser informado.
Su carácter le permitió mantener siempre una actitud congruente con su pensamiento en relación a la forma de analizar los problemas de la vida económica y política del país; mantuvo su posición en los momentos críticos de persecución y acoso periodístico; rechazó de tajo las múltiples ofertas gubernamentales de varios presidentes, de grupos de poder paralelo e incluso del sector económico financiero para «alinearse» con las políticas que lesionaban los intereses de la población.
Los valores que inculcó en quienes gozamos de su amistad y dirección periodística, han dejado muchas satisfacciones personales en esta labor incomprendida del periodismo; tratar de ser correcto y de escribir con la verdad, también dejó las huellas de la brutalidad de quienes ejercieron gobierno para ocultar o no permitir que se conociera parte de la acción corrupta desarrollada por los gobernantes que creen que todo lo saben y que todo lo pueden.
Sea este artículo para demostrar mi gratitud, admiración y respeto hacia usted de forma póstuma; aunque tuve el privilegio de hacerlo en vida.