Diez años después de aquel 1 de julio de 1997 en que la bandera china fue izada sobre Hong Kong, poniendo término a 156 años de colonización británica, la isla está más floreciente que nunca, aunque la democratización prometida sigue haciéndose esperar.
«La muerte de Hong Kong», tituló la revista norteamericana Fortune en el momento de la restitución y, aunque no todo el mundo era tan alarmista, aquel 1 de julio «el peñón» tembló: 4.000 soldados marchaban sobre la ciudad y los diputados demócratas fueron expulsados del Parlamento.
Muchos dudaron entonces del realismo de la audaz fórmula «un país, dos sistemas», aprobada en 1984 por la primera ministra británica Margaret Thatcher y por el número uno chino, Deng Xiaoping.
En virtud de este principio, la vuelta de Hong Kong al seno de la patria china debía implicar un «alto grado de autonomía»: durante 50 años la ex colonia conservaría su Parlamento, su «jefe del Ejecutivo» y su sistema judicial heredado de Inglaterra, así como sus libertades fundamentales.
Diez años después, pese a ciertos fallos, la fórmula funciona bien.
En el plano económico, Hong Kong no sólo no se volvió comunista sino que China se tornó capitalista, dopando el crecimiento de la ex colonia.
Las cifras hablan por sí solas. La Bolsa bate récords -el índice Hang Seng pasó de los 15.000 puntos antes de la devolución a más de 21.000 actualmente-, la economía creció un promedio de 5% por año en la década y el desempleo está en su más bajo nivel desde hace ocho años y medio (4,3%).
La bonanza no beneficia a todo el mundo. En los intersticios de los rutilantes edificios de oficinas o de los centros comerciales, 1,25 millón de hongkoneses, sobre 7 millones de habitantes, siguen viviendo en «jaulas», en medio de una ciudad que tiene más tiendas Vuitton que París o Nueva York.
El foso entre ricos y pobres no cesa de crecer. En 2006, según las estadísticas oficiales, un 10% de familias tenían un ingreso máximo de 510 dólares norteamericanos (menos de 4.000 dólares hongkoneses) por mes, mientras que en 1996 las familias que estaban en esta situación sólo eran un 7%.
En paralelo, un 17% de los hongkoneses de hoy ganan al menos diez veces más por mes, frente a un 15% hace diez años.
Por lo demás, diez años después de la devolución, si bien Shanghai -donde las elegantes se visten ahora a la última moda parisina- aún no ha destronado del todo a Hong Kong, su rival del sur, como primera plaza financiera china, esta evolución es inevitable, según algunos analistas.
Desde 1997 cada vez más compañías han transferido sus sedes de la ex colonia británica hacia China y sus mercados llenos de promesas. La cabeza de puente de esta invasión de inversionistas al continente es Shanghai.
En el plano político, los hechos también desmienten a los pesimistas. En Hong Kong la gente puede manifestarse, incluso para denunciar la masacre de la plaza Tiananmen, en 1989, como lo hacen miles de hongkoneses cada 4 de junio, en tanto que la prensa informa con frecuencia de la represión en China.
«Nuestras preocupaciones se revelaron ampliamente injustificadas», reconoció hace poco Margaret Thatcher a la BBC. «El principio un país, dos sistemas funcionó: Hong Kong es libre y liberal», se congratuló Chris Patten, el último gobernador británico, en declaraciones al South China Morning Post.
Esto es lo que afirmará seguramente el presidente chino, Hu Jintao, quien, según la prensa, va ha hacer el viaje -no confirmado aún oficialmente- para presidir las ceremonias que marcarán el domingo el décimo aniversario.
Decenas de miles de habitantes han prometido manifestarse en esta ocasión, para recordar que si bien la pesadilla no se produjo, el sueño de un Hong Kong democrático, capaz de empujar a China en su conjunto hacia la libertad, tampoco se ha realizado. Aún no hay el sufragio universal prometido.
«Es un punto en el que seguimos esperando progresos», lamenta Lord Howe, ex ministro británico de Relaciones Exteriores y uno de los principales artífices del acuerdo de devolución de la ex colonia. Al respecto, Wu Bangguo, presidente del Parlamento chino, declaró secamente hace poco: Hong Kong «sólo tiene el poder que le confiere el gobierno central».