Honduras en el retorno de Mel Zelaya


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Después de cinco semanas y de regreso de Buenos Aires, he tenido la oportunidad de estar nuevamente en Honduras. Una parte muy importante de la población está eufórica y con grandes expectativas. Las apreciaciones de cuántos fueron a recibir a Zelaya al aeropuerto de Toncontí­n son variadas. Cálculos hechos por el Frente Nacional de Resistencia Popular hablan de medio millón de personas. Estimaciones más conservadores hablan de 100 mil personas, mientras hay quienes expresando su antipatí­a aprecian tal monto en 30 mil personas.

Carlos Figueroa Ibarra

 


Hace unas semanas se podí­a sentir que José Manuel Zelaya Rosales regresarí­a a Honduras a menos de dos años después de haber sido derrocado merced a un golpe de Estado. Juristas y autoridades judiciales se apresuraron a decir que pese a los planes del presidente Porfirio Lobo, la decisión de dejar en suspenso los cargos contra el expresidente, no implicaba que no se reactivaran en cuanto Zelaya pusiera un pie en Honduras. Al parecer las amenazas de la derecha no pudieron cumplirse y Mel Zelaya retornó a Honduras el 28 de mayo, exactamente un año y once meses después de que fue sacado de su casa en pijama y puesto en un avión que lo llevó al destierro. Los motivos de Pepe Lobo para apoyar ese retorno resultan claros. Honduras estaba entrando en una asfixia económica debido a la suspensión de financiamientos que acarreó su expulsión de la OEA. Al actual gobierno le urgí­a el regreso de Zelaya lo cual le abrirí­a las puertas de la misma. Los motivos de Lobo se convierten en los motivos del lobo, porque el Presidente está interesado en una asamblea constituyente que haga un trabajo a modo del Partido Nacional. La reelección es ansiada por varios expresidentes. Artí­fices del pacto que retornó a Zelaya, plasmado en el Acuerdo de Cartagena de Indias, han sido el presidente venezolano Hugo Chávez y el colombiano Juan Manuel Santos. Los motivos de Chávez resultan claros: con Zelaya de regreso en Honduras se incrementan las posibilidades de voltear la balanza centroamericana a su favor. Los motivos del presidente colombiano no me resultan diáfanos, pero es evidente que Venezuela y Colombia buscan dejar atrás los desencuentros que provocó el expresidente ílvaro Uribe. Pasada la euforia del retorno las incertidumbres son varias. Una de ellas es si Mel podrá mantener el enorme capital polí­tico que ha ido forjando su liderazgo carismático. Zelaya es hoy el lí­der polí­tico más influyente en Honduras y la cúpula del Partido Liberal lo sabe muy bien. Pese a que buena parte de esa cúpula, empezando por Roberto Micheletti, participó en el golpe de junio de 2009, no se han atrevido a expulsarlo de sus filas. Al contrario, hoy le hacen cantos de sirena para que vuelva al partido y los ayude a ganar las elecciones de 2013 y arrebatarle la Presidencia al gobernante Partido Nacional. En el interior del FNRP se exige de que no vuelva a su partido y que consolide su posición como máximo conductor de dicho frente. La estrategia de Zelaya es clara: se ha declarado “liberal y socialista”. Por un lado quiere consolidar su arraigo en las bases del Partido Liberal y por otro lado quiere mantener su influencia en las del FNRP, las cuales por cierto se mezclan porque buena parte de las bases de la resistencia son las bases liberales. Contrario a las dudas de los más radicales del FNRP, los refundacionales y/o insurreccionales, Zelaya se prepara para participar en las elecciones de 2013 y se habla de agregar al FNRP un Frente Amplio que sumarí­a a las distintas expresiones de los liberales en resistencia y al partido Unificación Democrática, grupos pequeños pero acaso decisivos para conquistar la mayorí­a electoral en dicho año. Uno de los dilemas de la resistencia son los tiempos para la Asamblea Constituyente. Otro más son los alcances de esta. Un sector minoritario, pero muy activo del FNPR que pugna por una autoconvocatoria constituyente, la cual organizarí­a y politizarí­a a grandes sectores del pueblo hondureño. Pero un proceso constituyente sin el consenso de todas las fuerzas polí­ticas del paí­s no tendrí­a más que un valor simbólico. Algo que seguramente no apreciará un polí­tico como Zelaya, educado en la marrullerí­a de la realpolitik. La astucia es la esencia del arte polí­tico. Pero deja de tener sentido si no se guí­a por principios y objetivos estratégicos. En Honduras los principios y objetivos del gran movimiento polí­tico que de manera insólita y acaso imprevista desencadenó Zelaya, son los de empezar a construir el camino del posneoliberalismo y de una democracia participativa.