Aquellos que abogan por la tolerancia son precisamente los más intolerantes cuando se enfrentan con opiniones o argumentos contrarios a los suyos o cuando se sienten aludidos directamente aunque en ningún momento se haya hecho alusión a ellos de manera particular. No es atacando al hombre como se combaten sus ideas…
En defensa de la verdad científica no basaré este artículo en mi opinión o conocimientos, sino en una de las múltiples fuentes calificadas científicamente:
http://biblio.upmx.mx/download/cebidoc/Dossies/homosexualidad033.asp, en donde, en partes conducentes, se lee lo siguiente: «Homosexualidad: una nueva sexualidad patologizada.» Por Patricia Martínez de Urcelay, Universidad San Pablo-CEU, Madrid.
«Asistimos al hecho sociológico más sorprendente de nuestros días…, la pura y simple apología de lo anormal. Sí, aunque parezca anacrónico, políticamente incorrecto o, simplemente, fundamentalista, entendiendo por todo esto llamar las cosas por su nombre, la realidad es lisa y llanamente que la manipulación del lenguaje y el relativismo mental y moral en el que nos hallamos inmersos, propician esa especie de sentimiento de culpa que nos llevan a una parálisis testimonial lacerante y vergonzosa.
Esto explicaría por qué siendo evidente y de puro sentido común que los tiempos modernos son posmodernos y decadentes, a la par que antiguos como la naturaleza humana, sin embargo se pretende negar y ocultar la inteligencia de los hechos que acontecen en la sociedad en la cual estamos instalados.
Las desviaciones sexuales, entre las que se encuentra la homosexualidad, son, ante todo, desórdenes de la propia naturaleza sexuada. Toda persona lleva conformada de manera diferencial ya en el vientre materno, durante su desarrollo cerebral, ser mujer o varón. Esto implica que la neutralidad, como sucede en las cromosopatías de orden sexual, es minoritaria, según las estadísticas.
Los desórdenes hormonales más frecuentes por alteraciones durante el desarrollo embrionario, nunca son determinantes, según los recientes estudios de neurobiólogos holandeses e ingleses, sino tal vez predisponentes de una tendencia ambigua en la diferenciación del sujeto.
Desde el punto de vista anatómico y funcional, los picos de crecimiento condicionan el desarrollo y el comportamiento, pero por ser precisamente la sexualidad humana integral, es libre y dueña de su manifestación conductual. Es decir, no estamos determinados como los animales irracionales a comportarnos a ciegas e instintivamente, sino como personas que asumen su corporeidad en la unidad e integración de sus funciones vitales por un yo personal, por tanto, psicológico.
La cultura de lo contranatural es una negación de la realidad y es una injusticia para las personas… Silenciar esta verdad que entraña un bien absoluto para humanizar a las personas, no sólo es de ignorantes, sino de perversidad moral, propio de culturas decadentes que frivolizan la maldad por negligencia y estupidez.
La homosexualidad no tiene causas genéticas, ni hormonales, que puedan ser determinantes de dicha conducta, más bien sí parecieran ser causas psicológicas y ambientales las desencadenantes de dicha neurosis psicosexual de índole emocional.
Por ello, al no ser genética ni innata, sino adquirida, puede ser corregida en sus manifestaciones conductuales, a no ser en aquellos casos en que el trasfondo hormonal sea de un gran compromiso biológico que haga más ardua la recuperación.
Existe amplia bibliografía al respecto, y tan sólo la falta de canales de distribución pública a la sociedad puede, en parte, explicar la confusión y la mitología que se ha creado en torno a estos temas. Amén de la expresa intencionalidad del lobby gay que prefiere mantener una nebulosa conceptual en el terreno científico, y así avanzar políticamente con la complicidad y la debilidad de los buenos que no se atreven a participar.»