No sé a quién atribuirle la expresión, pero estoy seguro que no es nica. «Regarla». Me gusta la palabreja porque me la atribuían en la adolescencia a tiempo y destiempo: «la regaste», me decían. Y yo, por el contexto, sabía que no me estaban felicitando, era más bien una expresión recriminatoria que me inducía al acto de contrición. Yo, en aquellos años, era el hombre que «la regaba» todo el tiempo.
Pero no soy el único. Eso está a la vista y me consuela. British Petroleum también la acaba de «regar» a lo grande (el pasado 20 de abril). Son más de 60 mil barriles diarios los que derraman en el mar tras el hundimiento de la plataforma Deepwater Horizont y que afectan los Estados de Luisiana, Misisipi, Alabama y Florida. La regada ocupa aproximadamente 6 mil kilómetros cuadrados y se teme que se multiplique por diez.
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Lo que me lleva a pensar que hay «regadas y regadas». Las hay pequeñas como cuando fotografiaron hace años a un diputado nuestro orinando por la calle, como cuando un candidato de la Universidad de San Carlos recientemente no ganó ni una sola mesa electoral o cuando un patojo chispudo se hizo pasar como hijo del Embajador de España. Esas son nimiedades, gajes del oficio, historietas para niños.
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En cambio, hay «regadas» a lo grande. Ya lo dije, el derrame de British Petroleum, las bombas atómicas, los magnicidios y hasta el descubrimiento de que el fundador de la orden de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, era pederasta, padre de muchos niños y hasta drogadicto. Lo que lleva a pensar que más que «animales políticos» (zoon politikón), «sujetos pensantes» (res cogitans) u «hombres laboriosos o económicos» (homo faber, homo economicus), somos sujetos vulnerables, esto es, «homo regandis».
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El «homo regandis» lo define mi diccionario como «el sujeto que por naturaleza y en virtud de sus cualidades propias no sabe hacer otra cosa que «regarla», esto es, cometer errores de magnitudes diversas». Su declinación es sencilla: yo la riego, tú la riegas… vosotros la regáis, ellos la riegan. Escribimos entonces de esa inclinación humana, congénita, de equivocarnos a cada momento y mostrar nuestra naturaleza íntima.
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Los humanos haríamos una antología de «regadas» y realmente estoy sorprendido que aún hoy nadie se haya aventurado en la empresa. Entre la tipología de «regadas» las hay familiares, cuando en el seno del hogar metemos las patas; «regadas sentimentales», cuando con nuestra pareja mostramos nuestra capacidad de yerro; «regadas políticas», sociales, académicas (como cuando nos sorprenden copiando, por ejemplo), religiosas y un etcétera bastante amplio.
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Hay «regadas» individuales, comunitarias y planetarias. Las individuales son las que hacemos producto de la falta de sensatez en el arte de conducirnos personalmente. Las comunitarias pueden ser diversas. Los alemanes «la regaron» a lo grande cuando apoyaron a Hitler; los Hutus «la regaron» también cuando se enfrentaron y mataron Tutsis; los hondureños «la regaron» cuando no supieron sacar a Micheletti, los chilenos cuando apoyaron a Pinochet y los nicas cuando devolvieron al poder a Ortega. Cada cuatro años «la regamos» comunitariamente en Guatemala. Pero también hay «regadas» planetarias, como las que hacemos con la contaminación de nuestro hábitat.Â
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 Como se ve, eso de «regarla» no es privativo de algunos. Ahora lo comprendo, un poco tarde para mi gusto, cuando el complejo forma parte de mi carácter y por más que racionalizo no logro despojarme de él. Ojalá y con usted haya llegado a tiempo.