«Hitler y los alemanes»: primera exposición sobre una alquimia funesta


Hablar de Hitler, fuera de un marco estrictamente académico, sigue siendo algo delicado en Alemania.

Un museo berlinés alberga, a partir del viernes, la primera exposición realizada en Alemania que intenta explicar cómo un pueblo desorientado pudo ver en Adolf Hitler a su «salvador» y lo siguió en una senda que llevaba a la guerra y la destrucción.


«Â¡Es un milagro de nuestro tiempo que me hayáis hallado (…) entre tantos millones (de personas)! ¡Y que yo os haya hallado, es la suerte de Alemania!», exclamó Hitler en un discurso pronunciado en 1936 en Nuremberg, frase citada en el catálogo de la exposición «Hitler y los alemanes».

A 65 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, la exposición, que estará hasta el 6 de febrero en el anexo del Museo de Historia Alemán, construido por el arquitecto estadounidense Ieoh Ming Pei, estudia los mecanismos que alimentaron la fascinación y ceguera del pueblo por su Fí¼hrer.

Lo que «es necesario explicar es cómo el insignificante Adolf Hitler, este hombre que habí­a vivido 30 años en el anonimato, que no hizo estudios, que no tení­a ninguna experiencia polí­tica, podí­a ser ese salvador», explica el historiador Hans-Ulrich Thamer, responsable de la exposición.

Hablar de Hitler, fuera de un marco estrictamente académico, sigue siendo algo delicado en Alemania. «El Museo de Historia Alemán querí­a hacer esta exposición desde 2003 más o menos», indicó Thamer.

Un primer proyecto de exposición sobre la personalidad y la carrera de Hitler tropezó con la oposición unánime del comité cientí­fico del Museo, que temí­a alimentar una especie de fascinación mórbida por el «mal».

Hace tres años, sin embargo, el Museo volvió a la carga, encargando al historiador que trabajase sobre el tema muy general «Hitler y el nacionalsocialismo».

«Yo podí­a acomodar (el tema) a mi gusto. He intentado reunir aquí­ lo que actualmente ocupa a la investigación histórica», explicó Thamer.

«Queremos explicar el ascenso, el modo operativo, el ejercicio del poder, hasta la caí­da y el increí­ble potencial de destrucción que liberó el nacionalsocialismo», subrayó.

«No partiendo de la personalidad de Hitler, que serí­a una especie de demonio maligno que corrompió a millones de personas», sino presentando al contrario «los mecanismos de adhesión, movilización de las masas, y también de exclusión, que tejieron la relación del Fí¼hrer y el pueblo», soldado en el concepto nazi de «comunidad de un pueblo» (Volksgemeinschaft), dijo.

El proyecto de una sociedad homogénea, que iba a dar seguridad y empleo, se dirigió a los grupos sociales afectados por la crisis económica de fines de los años 1920 y justificaba las persecuciones. Los admiradores más fervientes de Hitler «no eran en realidad los que habí­an tenido éxito», dijo.

«Las fotos muestran que la persecución de los opositores polí­ticos, de los judí­os, la deportación de los judí­os eran de conocimiento de todo el mundo», agregó. La «comunidad de un pueblo» estaba constituida tanto por la exclusión de los opositores y enemigos como por la adhesión a ciertas conductas.

La exposición pone frente a frente los documentos sobre el holocausto judí­o y los objetos producidos por la propaganda nazi, que se filtraba en todos los aspectos de la vida.

Así­, se puede ver un cartel que explica el modo correcto de saludar a Hitler, un juego de cartas con las efigies de los lí­deres nazis, un tapiz que decoraba el recinto de la iglesia nazi.

Un cuaderno de ejercicio, que puede ser hojeado en forma electrónica, muestra cómo Hitler modificó el plan de estudios para que las escuelas produzcan correctos pequeños nazis.