Historia y tradición de las fiestas de la Virgen del Rosario en Guatemala


Imagen de la Virgen del Rosario del templo de Santo Domingo. Destaca la belleza del manto y el grandioso resplandor de oro de factura colonial guatemalteca del siglo XVIII. FOTO LA HORA: WILLIAM CAMEROS

Guatemala, como sociedad sacra que es, conserva festividades de gran arraigo en la vida cotidiana de sus habitantes desde tiempos inmemoriales. Tal es el caso de los cortejos procesionales de Semana Santa, las Festividades de la Virgen del Rosario de los padres Dominicos y de la Virgen de Concepción de los padres Franciscanos. A estas conmemoraciones está ligada Guatemala en todos sus grupos sociales y étnicos.

Celso Lara
lahora@lahora.com.gt

Fachada del templo de Santo Domingo de la Nueva Guatemala de la Asunción. FOTO LA HORA: WILLIAM CAMEROS

Por tanto, durante el mes de octubre, se conmemora en la Basí­lica Menor de Nuestra Señora del Rosario la fiesta dedicada a la Virgen dominica. De intensa raigambre en Guatemala, el Rosario es la fiesta por excelencia de los Dominicos en Guatemala. Veamos algunos aspectos de sus orí­genes en las profundidades del cristianismo.

En la Edad Media, así­ como entre los romanos y griegos de la antigí¼edad, se acostumbraba llevar a los nobles, coronas de flores, que más tarde se transformaron en las diademas de los reyes. Estas coronas se les ofrecí­an a los hombres distinguidos. A la Virgen se le considera acreedora de estos honores, y por tal razón la iglesia le reconoce el tí­tulo de «Marí­a Reina del Santo Rosario» y exhorta a los fieles a ofrecerle «como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espí­ritu Santo, tres coronas de rosas, cuya encantadora belleza se describe en el oficio de la misa».

El Martirologio Romano recuerda que San Pí­o V dio órdenes, en 1572, de que el 7 de octubre se conmemorara a Nuestra Señora de las Victorias, con el propósito de agradecerle sus favores, en particular por haber librado a los cristianos del dominio turco en la victoria de Lepanto (1571). Un año después, Gregorio XIII le cambió el nombre a la fiesta por la «del Rosario» y determinó que su celebración fuera el primer domingo de octubre. El 5 de agosto de 1716, los cristianos al mando del prí­ncipe Eugenio, derrotaron a los turcos en Peterwardein, Hungrí­a y el Papa Clemente XI extendió la fiesta del Santo Rosario a toda la iglesia de Occidente. En la actualidad el dí­a principal es el 7 de octubre, pero los Dominicos lo celebraban el primer domingo del mes. Según la tradición dominica consignada en el Breviario Romano, Santo Domingo fue quien dio al Rosario su forma actual, obedeciendo las instrucciones que le diera la Virgen en una visión.

El Papa León XIII, llamado el Papa del Rosario, elevó el rito de la fiesta y la dotó del actual oficio de la misma.

OCTUBRE Y LA VIRGEN DEL ROSARIO EN GUATEMALA

El 2 de febrero de 1776 el gobierno adjudicó el terreno para construir el convento e iglesia de Santo Domingo en la Nueva Guatemala de la Asunción. Los Dominicos fueron los primeros religiosos que se instalaron en la nueva ciudad. Según Carlos E. Zea Flores, a los dominicos se les cedió un terreno similar al que tení­an en Santiago de Guatemala.

En 1778 se concluyó un templo provisional para albergarlos. El definitivo se empezó a construir en 1778, el cual estaba construido con piedras traí­das de los cerros del pueblo de las Vacas y «la mezcla fue preparada para los albañiles con miel y leche de vaca procedentes de las haciendas dominicas de San Jerónimo, Salamá, la miel y de la del Rosario en Amatitlán, la leche».

En 1803 se concluyó la construcción de la bóveda que cubre la nave central del templo. Existe discrepancia en cuanto al nombre del autor de los planos; algunos indican que fue Federico Carbonell; otros señalan que fue Pedro Garcí­a Aguirre, quien dirigió la obra de manera voluntaria. Participaron en esta construcción José Guerra como ingeniero y Bernardo Ramí­rez como maestro de obras. El interior del templo se empezó a decorar en 1794 y la construcción se concluyó en 1808.

De acuerdo con lo expresado por Zea Flores, el atrio del templo de Santo Domingo estaba rodeado por una verja de hierro forjado, la cual fue mandada a quitar durante el gobierno de Justo Rufino Barrios, para colocarla en el Hospital Militar de Sangre, situado en la Avenida de la Reforma, en donde actualmente se encuentra el Ministerio de Educación. Indica el citado autor que el padre Julián Riveiro mandó a construir otra verja de calicanto para sustituir a la anterior.

Con los terremotos acaecidos en 1917-18 el templo de Santo Domingo sufrió serios daños. En 1920 se concluyó el trabajo de reparación. En 1933 se agregaron a la verja dos puertas de hierro. En 1942, a causa de nuevos temblores, el templo sufrió daños, los cuales fueron reparados cuatro años más tarde.

Zea Flores cita a Henri Jullien, quien describe el templo de Santo Domingo como «un importante conjunto arquitectónico que es probablemente el más caracterí­stico de la Nueva Guatemala». En términos generales, se afirma que la mayorí­a de elementos arquitectónicos del templo son neoclásicos, pero que la influencia barroca se evidencia en «la planta mixtilí­nea constituida por varios entrantes y salientes, que además dan sensación de movimiento a su lí­nea».

En 1966-69 se introdujeron reformas al templo con motivo de su consagración como Basí­lica Menor.

Zea Flores describe el atrio de Santo Domingo como uno de los más hermosos y de mayor tamaño en la Nueva Guatemala de la Asunción, e indica que mide 4200 varas cuadradas.

Se refiere con mucho detalle al altar mayor de Santo Domingo; al respecto se tomarán de Zea Flores algunos datos de utilidad para el presente artí­culo. Indica que está formado por un retablo monumental construido con finas maderas traí­das de Guinea (ífrica); se encuentra revestido con oro de 22 quilates diseñado siguiendo los lineamientos arquitectónicos del templo. Dicho retablo fue traí­do de España; sus dimensiones son de 8 metros de ancho por 15 de altura. Se estrenó el 15 de mayo de 1960, cuando se conmemoraba el cuarto centenario de la fundación de la Cofradí­a del Rosario. En la parte media del retablo, encima del expositor y debajo del relieve de la Trinidad, se encuentra el camarí­n de la Virgen.