El diablo ha sido siempre una figura de primer orden en la tradición popular guatemalteca. Está presente en cuentos, leyendas, teatro, oraciones, bailes y multitud de tradiciones ancestrales, unas que arrancan directamente de la Colonia, otras que se entroncan y modifican con expresiones propias del mundo prehispánico indígena, pero guatemaltecas por derecho propio. Pero tal vez, una de las más singulares y originales, pues sólo se reporta en Guatemala, es la Quema del Diablo, que consecutivamente, se celebra en todo el país en vísperas de las festividades de la Nochebuena el día 7 de diciembre, en los inicios de la Fiesta de la Virgen de Concepción.
La Quema del Diablo en Guatemala
La quema del diablo se manifiesta en Guatemala mediante la elaboración de fogatas en las puertas de las casas a las seis de la tarde del día siete de Diciembre. Este día se quema toda clase de objetos inservibles para que por medio del fuego «salga el diablo de la casa».
«El siete de diciembre, víspera de la noche de la Virgen de Concepción, aquí en el barrio de la Parroquia quemamos al diablo. ¿Y sabe por qué? pues porque durante todo el año el cachudo se esconde entre las cosas viejas y trae la mala suerte a las casas. Por eso el siete de diciembre, cuando la Virgen lo venció, se quema basura para que regrese al infierno. Quien no hace su fogarón con las cosas viejas de la casa, el malo se queda con él y se lo puede ganar, como le pasó a don Chepe Ruiz, que vivía en el callejón de las Tunches. Por eso hacemos los fogarones, no vaya a ser que nos gane el diablo».
Quien alguna vez haya visto desde el mirador de La Antigua o del de la Carretera a El Salvador, la ciudad de Guatemala este día, no negará la belleza del espectáculo. Causa la impresión de ser una nueva Roma que se incendia por sus cuatro costados. La recolección de objetos para quemar se hace días antes, pero se intensifica la mañana del día siete. Se busca especialmente materiales de fácil combustión, como la viruta y los chiriviscos, que se adquieren en las carpinterías y actualmente en el Cerro del Carmen.
Años atrás se recolectaba chirivisco en el potrero de Corona y en el barranco de Las Vacas, más allá de la Parroquia Vieja. El día siete a las seis de la tarde «en punto», se saca a la puerta de la calle toda la basura acumulada, y se le prende fuego, pero «debe ser con ocote de la casa, porque sino, el diablo no se va». Y «mientras se está quemando la basura uno debe rociar con agua bendita todos los rincones de la casa, y barrer con una escoba de escobillo toda la casa a las seis en punto, para que le salga el diablo a uno de la casa».
En cuanto a las fogatas que arden a la vera de las aceras, se van consumiendo entre la alegría de las personas, que tratan de competir en hacer la pira más grande. Por su parte, los niños queman cohetes, y más aún, se persiguen con escobas encendidas, «para así ayudar al diablo a que encuentre las puertas del infierno».
Quien de niño hizo la proeza de saltar sobre las fogatas y jugar tenta con las escobas, podrá confirmar lo inolvidable que es esta diversión. La alegría popular dura alrededor de una hora. A las siete de la noche todo ha concluido: «El diablo ha sido quemado», y ha salido de las casas de los viejos barrios de la ciudad.
Analizando el origen de esta celebración en Guatemala, a través de las versiones populares, encontré que para la época de la Colonia se hacían luminarias para las grandes festividades; exaltación de un rey al trono, el nacimiento de algún real primogénito, arribo de un arzobispo, etc. Esta fiesta secular también pasó al plano religioso, y entonces «se hacían luminarias» para las grandes conmemoraciones católicas de dos cruces o de doble mayor: estas luminarias servían para «iluminar la noche».
Ya en la vida independiente, las luminarias se redujeron en el plano profano: a la noche del 14 de Septiembre, vísperas del día 15, fecha en que se conmemora la firma del Acta llamada de la Independencia de Centro América; y en el plano religioso a la Navidad, el día de Corpus Christi e Inmaculada Concepción. Con el transcurso de los tiempos fueron desapareciendo y quedó finalmente sólo la luminaria del día de la víspera de la fiesta de Concepción, y que se hacía «para iluminarse su noche a la Virgen».
Otra versión apunta que dichas luminarias se asociaron a la festividad del siete de diciembre, por la quema del diablo que se hacía en Santo Domingo el día del Rosario («se quemaba en el atrio un diablo de cohetes el último domingo de Octubre»). Dicha asociación pasó por contagio al siete de diciembre, pero también contribuyó en gran medida los sermones de los sacerdotes que hacían referencia al aplastamiento de la cabeza del diablo por la Virgen de Concepción. O sea, se asoció el triunfo de la Virgen con la derrota del mal, poniendo en ridículo al diablo al hacerlo salir corriendo de las casas. De esta asociación, según esta versión, derivó la quema del diablo del siete de diciembre.
La idea de quemar al diablo llevó a la de sacarlo de los hogares, y desde entonces se quema la basura de las casas, «porque antes se quemaban sólo hojas secas». Al relacionar todas estas ideas populares nos queda que la festividad estudiada se origina en las fogatas que se hacían para conmemorar las grandes fiestas coloniales, llamadas luminarias, y luego con el transcurso del tiempo evolucionó a la quema del diablo, pero no varió de fecha: en vísperas de la fiesta de la Virgen de Concepción.
Con respecto a esto no hay que olvidar la relación que existe con la fiesta de la Virgen de Concepción: esta celebración es la más popular en el mundo católico, y que la Orden Franciscana se ha encargado de difundir. Es una festividad de dos cruces, por lo que tiene vísperas, y referido a esto no olvidemos que la hora de vísperas según el calendario romano eran las seis de la tarde, hora en la que en Guatemala se quema el diablo… la relación se establece evidentemente.
Una tercera versión vincula aún con mayor fuerza la fiesta de la quema del diablo al día de la Concepción. Los fogarones se hacían para iluminar la procesión de la Virgen que salía del pueblo Concepción las Lomas y que llegaba a San Pedro Las Huertas. Ambos, en los viejos tiempos, constituían pueblos independientes que abastecían a la ciudad y que hoy constituyen parte de la misma. El primero es parte de la zona dieciséis y el segundo de la zona cinco.
Confirmando esta versión, decía el padre Juan Rodríguez Cabal, de la Orden de los Dominicos que: «quien haya pasado una noche de la víspera de la Virgen de Concepción, habría visto las luminarias por los caminos en su honor». Y otra versión agrega: «que en estas luminarias se iba quemando al diablo, una a cada paso de la Virgen, para que así el malo se fuera del mundo».
La descripción anterior se refiere solamente a la ciudad de Guatemala. Sin embargo, tenemos datos que aseguran que en el interior de la República esta festividad también se celebra. En opinión del geógrafo Julio Quan, en Granados, municipio del departamento de Baja Verapaz, el día siete de diciembre se celebra jugando con «bolas de fuego». Dice el Maestro Quan que las bolas de fuego se confeccionan con tela y se envuelven con alambre, luego se bañan en gas, dejándoles un alambre largo para lanzarlas al estilo de las boleadoras de la América del Sur. Las personas las encienden en el atrio de la iglesia a las seis de la tarde y parten recorriendo el pueblo. Quan opina que es una ceremonia relacionada con el fuego, y es una costumbre muy difundida en las dos Verapaces. También cree encontrar relación con el día de brujas y con el solsticio del invierno.
En otras ciudades también se lleva a cabo. En La Antigua Guatemala y en algunos departamentos, especialmente las ciudades-cabeceras del oriente de la República. Esto da pauta para reafirmar la hipótesis del origen occidental de la festividad, ya que en el oriente de la República se encuentran los descendientes más directos de los conquistadores. Es la región del mestizo pobre.
Nueva Guatemala de la Asunción,
5 de diciembre del 2008.