Dentro del ciclo de tradiciones y festividades de Nochebuena en Guatemala, la Virgen de Guadalupe ocupa un papel preponderante en la historia colonial temprana.
Comidas tradicionales, niños vistiendo trajes regionales, rinden homenaje a la Virgen desde lo más profundo de su fe y de la tradición. En los últimos tiempos esta última práctica ha generado polémica innecesaria entre los grupos mayas fundamentalistas.
Entre la ancestral «Madrecita», «La Cuatlicue» deidad mexica muy antigua y la actual Virgen de Guadalupe, hay tal sincretismo que resultan ser las dos caras de una sola moneda mesoamericana y latinoamericana.
En tal sentido, y para profundizar en este rezado en Guatemala, publicamos en las páginas del Diario La Hora algunos escolios históricos para una mejor comprensión de nuestras tradiciones populares. Iniciaremos este artículo tomando los textos originales del indio mexica Nican Mophuna del siglo XVI, y que después de una larga lucha de más de 500 años, hoy fulgura en los altares de la Iglesia Católica con el nombre de Santo Juan Diego, junto con los santos del imaginario colectivo de la tradición popular latinoamericana.
Dice así el flamante indio mexica:
Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a clase de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba, del cerro diciendo: «Juanito, Juan Dieguito».
í‰l subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: «Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Vas donde el Señor Obispo y le manifiestas que deseo un templo en este llano. Y se fue de prisa a la ciudad y en derechura al Palacio del Obispo que era Fray Juan de Zumárraga, religioso franciscano.
Cuando el obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creyó. Juan Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su mensaje. Se fue derecho a la cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del Cielo que le estaba aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le dijo: «Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al Sr. Perdóname que te cause esta gran pesadumbre. Señora y Dueña Mía».
Ella le respondió: «Oye, hijo mío, el más pequeñito, es preciso que tú mismo solicites y ayudes a que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Obispo. Dile que yo en persona, la siempre Virgen María, Madre de Dios, te envía, para hacerle saber mi voluntad: Que deben hacer aquí el templo que les pido».
Pero al día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era necesaria alguna señal maravillosa para que se pudiera creer que sí era cierto que lo enviaba la misma Señora del Cielo. El lunes, Juan Diego no volvió al sitio donde se le aparecía nuestra Señora, porque su tío Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a la capital y le llevara un sacerdote para confesarse. «Sube ahora a la cumbre del cerro y hallarás distintas flores. Córtalas y tráelas».
Juan Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y exquisitas rosas de castilla, siendo aquel un tiempo de mucho hielo en el que no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o larga ruana blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la Señora del Cielo. «Obispo. Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas».
Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del obispo le dijo: «Señor, hice lo que me mandaste hacer: Pedí a la Señora del Cielo una señal. Ella aceptó. Helas aquí… Desenvolvió luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de castilla, «se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios», tal cual se venera hoy en el templo de Guadalupe en Tepeyac. El prelado desató del cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo y la llevó con gran devoción al altar de su capilla. Con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Señora del Cielo.
La ciudad entera se conmovió y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle oración y le pusieron por nombre la Virgen de Guadalupe, según el deseo de Nuestra Señora. Juan Diego pidió permiso para ir a ver a su tío Bernardino que estaba muy grave. Obispo le envió un grupo de personas para acompañarlo. Virgen dijo a Juan Diego: «No te aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano».
El señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la Amada Señora del Cielo. La ciudad entera desfilaba a admirar y venerar la Sagrada Imagen, maravillados todos de que hubiera aparecido por milagro divino; porque «ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen» (hasta aquí el relato indio del siglo XVI).
La imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son tan extraordinarios que no se puede menos que exclamar: «El poder divino está aquí».
El Papa Pío XI declaró a Nuestra Señora de Guadalupe como «Patrona y Emperatriz de América». Su fiesta se celebra el 12 de Diciembre.
Un hecho inexplicable: (Tomado de «El Catolicismo» 25 de Octubre de 1981)
Los asombrosos descubrimientos que se han hecho acerca del Cuadro de la Virgen de Guadalupe en México, tienen pasmados a los científicos. íšltimamente se ha formado una comisión de científicos para investigar los fenómenos inexplicables de esta tela que era la ruana o poncho del indio Juan Diego.
Lo primero que llama la atención de los expertos textiles es que esta manta se haya podido conservar durante siglos, expuesta al polvo, al calor y a la humedad, sin que se haya deshilachado ni se haya desteñido su bella policromía. La pintura que cubre la tela es otro misterio. El sabio alemán Kuhn, que es premio Nobel en Química, ha estudiado esta pintura, y su respuesta dejó atónitos a los oyentes: «estos colorantes no son ni minerales, ni vegetales, ni animales».
Pero el sabio Callagan, de la NASA, de Estados Unidos la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y ha descubierto que la tela no tiene ningún engomado ni preservante, y que no se puede explicar cómo esas pinturas han resistido cuatro siglos en un lienzo tan ordinario. Otro detalle: la imagen no tiene pinceladas. La técnica empleada es desconocida en la historia de la pintura. Es inusual, incomprensible e irrepetible.
La pupila de la virgen: lo mas inexplicable: Un famoso oculista, Lauvvoignet, examinó con un poderoso lente la pupila de la Virgen, y observó maravillado que en el iris se veía reflejada la imagen de un hombre. Tosnman, especializado en digitalización, o sea en averiguar por medio de fotos lo que la persona está viendo, le ha tomado fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe. Las amplía miles de veces, y logra captar detalles imposibles de ser captados a simple vista. Y los detalles que aparecen en las fotografías de la Virgen de Guadalupe son: un indio en el acto de desplegar su tilma ante un religioso. Un franciscano en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la mano sobre la barba en señal de admiración; otro indio en actitud de rezar; unos niños y varios religiosos franciscanos más. O sea todas las personas que según la historia de la Virgen de Guadalupe escrita hace varios siglos, estaban presentes en el momento en el que apareció la sagrada imagen.
Lo que es radicalmente imposible es que en un espacio tan pequeño como la cornea de un ojo situado en una imagen de tamaño natural, aún el más experto miniaturista lograra pintar todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar dos mil veces para poderlas advertir.
¡Inexplicable! Fue lo que exclamaron los expertos al conocer la respuesta del sabio alemán Kuhn cuando comprobó que los colores de esta pintura de la Virgen de Guadalupe no eran ni minerales, ni vegetales, ni animales.
¡Inexplicable! Exclamaron los sabios norteamericanos Smith y Callagan al comprobar que esta pintura carece de pinceladas y que esta tela que ha durado quinientos años sin dañarse, no tiene ningún preparativo que la conserve así.
¡Inexplicable radicalmente inexplicable! Exclama el especialista Tonsman al referir en sus conferencias que con su máquina fotográfica de «digitalización» ha logrado encontrar en las pupilas de la Virgen de Guadalupe las imágenes de todas las personas que estaban presentes el día de su aparición.
í‰l no se cansa de repetir: ¡Inexplicable!? ¡Totalmente inexplicable!
«Hay que respetar las diversas formas de devoción que la iglesia ha venido aprobando a través de los siglos. Devociones de acuerdo con el temperamento, los sitios, los tiempos y la manera de ser de los fieles» (Concilio Vaticano II).