Historia urbana 1


Lo vi caminando sobre la 7ª. Avenida y 10 calle, y me llamó la atención que lucí­a más delgado. Me le acerqué y, como de costumbre, nos saludamos con un fuerte apretón de manos y abrazo. Lo conocí­ a mediados del ochenta, en la Escuela de Comunicación de la Usac. En ese entonces aquel era maestro en una escuela y por las tardes, según él, estudiaba publicidad para divertirse.

Edwin Marroquí­n Navas
enavas1313@yahoo.com

í‰l nunca ejerció la profesión, pues se dedicó al magisterio. Nos encontrábamos, de vez en cuando, caminando por el Centro Histórico y las conversaciones siempre giraban en lo mismo: lo frustrante que es ejercer la comunicación, los rollos que vivimos en la U durante los años de la represión, la economí­a y el bla, bla, bla.

En una ocasión me dijo que estaba contagiado de VIH. No me asombré, pues aunque nunca lo platicamos siempre habí­a tenido la sospecha de que era de la otra banqueta (gay les dicen ahora). En una celebración del orgullo gay lo vi junto a varios de sus cuates. En esa ocasión me contó que se dedicaba a transmitir mensajes positivos a jóvenes que recién habí­an contraí­do el VIH.

-Y vos que onda, te veo más delgado. ¿Qué te está pasando?, pregunté.

-Es que me detectaron cáncer en el hí­gado. La quimioterapia es jodida. Aunque tengo buen tratamiento a veces los dolores son insoportables, contestó.

-¿Y el sida, entonces?, indagué.

-Con esa enfermedad he vivido, pues desde hace diez años sigo las indicaciones del doctor. Pero este cáncer me está matando.

Me conmovió, en lo más profundo. Entonces pregunté: ¿cómo has hecho para sobrellevar estas dos enfermedades mortales?

-Haberme contagiado de sida me marcó en la vida, pero me sirvió para ayudar a muchos jóvenes que en este momento atraviesan situaciones peores que la mí­a, pues yo me acepté tal como soy. El sida mata, pero muchos sufren por la marginación, el desprecio, la exclusión y la incomprensión de sus familiares, especialmente de sus padres.

-¿Qué hacer?, pregunté.

-Por mi nada, pero la sociedad debe saber y aceptar que el sida avanza incontenible y que las instituciones encargadas no están haciendo el trabajo adecuado. No hablamos sólo de los que ya están enfermos: a quienes se les niegan los medicamentos, el problema es para las futuras generaciones que están creciendo sin darse cuenta que el sida es una enfermedad prevenible.

Ahí­ es donde las instituciones deben trabajar, en la prevención, pues de lo contrario miles y miles resultarán infectados en los próximos 10 años. De plano que ya estaré muerto cuando eso ocurra, contestó.

Me despedí­ del cuate, a quien probablemente no vuelva a ver. Como siempre le di un fuerte apretón de manos y un abrazo. De plano que cuando uno camina por las calles, no imagina el sufrimiento, las penas, los dolores y amarguras que están padeciendo los que pasan cerca.

* Corrí­an con botas. El 14 de septiembre, por el Parque Central, pasaron varios jóvenes con una antorcha. Me di cuenta que llevaban una manta que decí­a: «Patria , Jocotán te saluda», y que varios de los participantes iban calzados con botas vaqueras. Imaginé como iban a llegar luego de correr más de 180 kilómetros.

* ¡Qué calor! ¿Será que estos calores son resultados del cambio climático? Es que el clima de esta bella tierra, de plano, ha cambiado. Estando en septiembre pareciera que estamos en marzo.