HISTORIA DE UN TRíGICO DíA EN LA MONTAÑA


Hace apenas unos años, sucedió algo trágico en una de las comunidades de Baja Verapaz, y es precisamente lo que voy abordar en este espacio; así­ que mucho ojo, porque no es un cuento. En muchos lugares de nuestro territorio nacional suceden una serie de casos que pocos conocen; sin embargo se dice que estamos saliendo adelante y que nuestras ciudades están cambiando, ¡imagí­nese usted! En Guatemala las falacias sobran y más cuando se acercan las elecciones, mientras tanto muchos se están muriendo por falta de atención médica. Ahora permí­tame describirle lo siguiente:

Rodrigo Sic
rrodrigosic@hotmail.com

 


Las clases finalizaron a las 12:30 del mediodí­a de un jueves del mes de abril del año 1999. Cada uno de los niños y niñas retornaban a sus ranchos, ubicados en las altas montañas de la Comunidad Helvetia, que dista a 32 kilómetros aproximadamente del municipio de Purulhá, Baja Verapaz.  Después de clases, Ruy, maestro de grado, acompañaba siempre a padres de familia al corte de cardamomo; de pronto,  a unos veinte metros de la casa del señor Antonio Chá, se escuchó un grito: “¡yucua, yucua, yucua!” que en idioma qe’qchí­ significa ‘¡padre, padre, padre!’; eran los gritos de  Fernando Cucul, de 14 años,  quien cursaba el primer grado de primaria.  En esos momentos  cortaba cardamomo, y sin percatarse colocó   la mano derecha en la cabeza de una  barba amarilla, que obviamente lo atacó. Esta serpiente es nocturna  y  habita en esas montañas.
 
 Antonio Chá, padre de Fernando, acompañado del profesor Ruy corrieron a buscar ayuda. Se buscó al Alcalde auxiliar, quien inmediatamente tocó ‘el Caracol’, para dar el aviso en toda la comunidad. A los 45 minutos llegaron los pobladores a la casa de don Antonio, luego  buscaron la medicina conocida como curarina (una especie de ramas largas),  que sirvió para darle al niño, pero esto no fue  suficiente. Mientras tanto la barba amarilla fue buscada, dándole muerte por parte del cuñado y padre de Fernando; en ese momento se pidió a los presentes  que fuese llevado el niño al hospital de la Tinta, Alta Verapaz, donde realizaban sus compras cada quince dí­as; pero nadie aceptó,  pues estaba a seis horas de camino y justificaron que al llegar estarí­a  muerto.
 
Expresaron que el niño tení­a que morirse porque no habí­a cura para esa clase de culebras, y la medicina que le dieron no era suficiente; sin embargo el veneno corrí­a en su cuerpo. Seguidamente se formó una comisión para ir a la aldea vecina conocida como La Pinada,  que estaba a una hora de camino, esto con el fin de traer un curandero. Cuando eran las nueve de la noche llegaron de regreso con un curandero, quien bañó al niño con montes curativos, pero esto no ayudó mucho, pues el niño seguí­a sufriendo de dolor.
 
Al correr el veneno en su cuerpo, el niño daba grandes gritos, y se llenó de llagas que luego reventaban solas  y se desprendí­an de su cuerpo; nadie se le podí­a acercar, y los que lo hací­an debí­an de estar bien cubiertos para que el veneno no les cayera.  En esos momentos iniciaron las oraciones en lengua materna de los pobladores que es el q’eqchí­, pero todo esto ya no ayudó mucho, pues Fernando se despidió el dí­a  viernes a las tres de la mañana, y a las cinco falleció. Nadie pudo curarlo, las personas no conocen de antí­dotos, la pobreza, la ignorancia, y la falta de apoyo de las autoridades hace que esto pase.
 
 El  maestro hace todo lo posible en la comunidad para buscar soluciones, por eso la realidad de un maestro consciente y comprometido con la Patria,  vive y conoce cada dí­a estos acontecimientos, y que no espera nada a cambio, pero lástima que hay entre el gremio magisterial malos maestros que ponen en duda la labor docente.
   
 
Así­ termina un dí­a más de clases en la Escuela Helvetia, allá en la montaña, y así­ terminó la vida del niño Fernando Cucul, quien fue un alumno con el deseo de superación en su comunidad, pero le fue quitada la existencia por una barba amarilla, y que no se tuvo la solidaridad para salvarle la vida, a pesar de esto nos deja la enseñanza de luchar por la vida, a la vez aceptar la muerte. Con esta experiencia la solidaridad es esencial en la vida de todo ser humano. Si los comunitarios hubieran hecho el esfuerzo de traerlo al hospital, seguramente no hubiera muerto.

cartas_488031