Historia de las profesiones


Las profesiones tienen su época de gloria. En la Edad Media, por ejemplo, el lugar privilegiado lo ocupaban la filosofí­a y la teologí­a, quizá más la segunda que la primera. La historia nos ha consignado el nombre de esas personas que dejaron huella con su obra (por lo demás, muchos santos): san Clemente, san Anselmo, san Agustí­n, san Alberto Magno, santo Tomás, san Buenaventura y otros (quizá un poco más paganos) como Paracelso y Giordano Bruno.

Eduardo Blandón

No es que en la Edad Media no existiera el interés por otras profesiones, sino que la sociedad le otorgaba más valor (recordemos que era el tiempo de la cristiandad) a otros oficios. Los jóvenes, si querí­an brillar, tení­an que entrar al monasterio o a una orden religiosa y, desde ahí­, formarse en la escolástica para comprender no sólo el plan salví­fico de Dios, sino también el significado del mundo y el orden del universo. Era una tarea interesante en la que las personas gozaban de prestigio y reconocimiento.

Con el tiempo las cosas cambiaron y a partir del Renacimiento, eso de ser teólogo y filósofo quedó para un grupúsculo de religiosos y curas pasados de moda e incapaces de entender los signos de los tiempos. La «onda» era más bien dedicarse al mundo de lo empí­rico, lo cientí­fico (la filosofí­a y la teologí­a comenzaron a verse con sospecha y a considerarse como una especie de pseudociencia). Esta es la época de Newton, Kepler, Copérnico, Ticho Brahe y Galileo. El mundo abandona el rollo de la cristiandad y se vuelve un poco -para decir lo menos- laicista.

Un poco después, en la Edad Moderna, «la moda» era la clerofobia. Entre más antirreligioso y pagano se era, mejor. Los Voltaire surgieron por generación espontánea y ser «moderno» y «evolucionado» significaba oponerse radicalmente al pasado (con sus excepciones, por supuesto, porque también existieron corrientes y personajes opuestos a «la onda de moda»). En este tiempo las opciones profesionales que gozaron de prestigio se multiplicaron: el derecho, la milicia, la polí­tica y la medicina, entre otras. El sacerdocio ahora se podí­a ejercer, con reconocimiento social, en carreras más profanas (finalmente, se habí­a dejado atrás ese mundo de lo llamado «sagrado»).

Hasta hace muy poco tiempo, continuando con el desarrollo de las profesiones, el oficio de más valí­a era el de ser empresario o el de ser un gurú de la técnica (la tecnologí­a o la informática). Ahora quedaban enterradas -finalmente y para siempre- las figuras de un santo Tomás o san Agustí­n para dar paso a personajes novedosos como Bill Gates, Steve Jobs, Rockefeller, Warren Buffet o Carlos Slim. Las profesiones que más se demandaban (hasta hace poco, según mi lectura) eran las de Ingenierí­a en informática, Administración de Empresas y Mercadologí­a o Publicidad. La idea ahora no era conocer la esencia de Dios o interpretar la historia, sino, simplemente, hacer dinero, lucrar y tener poder sobre los otros.

En la actualidad las cosas han cambiado. El ánimo por tener dinero rápido, a cualquier precio y por cualquier medio se puso de moda. Así­, muchos ya no tienen paciencia ni para sentarse en las aulas universitarias por cinco años o más ni para esperar pacientemente la venta de comida rápida o crear tecnologí­a. Los signos de los tiempos es el obtener dinero de forma inmediata y en cantidades industriales. Por eso, «la onda» de hoy es el narcotráfico. ¿No es una profesión? Está bien, pero es un oficio por el que muchos jóvenes se sienten tentados y otros ya ejercen «las artes». Queda claro que todos los anteriores están superados: san Agustí­n, Copérnico, Voltaire, Gates y Slim para dar espacio a Pablo Escobar, Francisco Javier Arellano Félix, Joaquí­n el Chapo Guzmán y entre nosotros Juancho León.

Todo lo anterior nos puede llevar a la conclusión (entre tantas) de que o las universidades se actualizan, ofreciendo cursos para el manejo del trasiego o insisten en combatir el modelo de riqueza rápida -so pena de morir en el intento-. Ya veremos a dónde nos lleva la reciente moda cultural.