Hiroshima


Grecia Aguilera

Caí­n mató a su hermano Abel, ¿cómo se explica tal acontecimiento? Eran sólo dos hermanos y uno mató al otro, ante la mirada de Dios, ¡qué ejemplo es este! Si esto sucedió al principio de todo, ¿qué se podí­a esperar de la humanidad más adelante? ¿Cómo iban los seres humanos a entenderse si predominaba el odio, la guerra, la hostilidad, el tormento? Tal vez, una de las respuestas a estas preguntas sea el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Las bombas atómica que cayeron sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki fueron para muchos el principio del fin del mundo, un desastre apocalí­ptico que continúa, se repite y se refleja en las guerras, conflictos, miserias, contaminación, hambre y enfermedades en contraste con los excesos que actualmente ahogan al mundo entero. El Premio Nobel de Literatura Miguel íngel Asturias, prologó en el año de 1962, en la ciudad de Bucarest, el libro «La Sonrisa de Hiroshima», del poeta rumano Eugen Jebeleanu. En el inicio de este prólogo escribe: «El destinado al sueño que cierre los ojos. El destinado a la luz del dí­a que los abra. El destinado al agua, que llore. El destinado a ser quemado vivo que se los saque y los arroje lejos. Seguirán viendo. No dejarán de mirar nunca. Lo que pasa con los ojos de Hiroshima. No nos dejan de ver. Los ojos de los que se quemaron allí­ no nos dejan de mirar…» y al final del mismo anota: «Juramos que lo que ocurrió en Hiroshima, no volverá a pasar sobre la tierra, no, no no… jamás una bomba atómica volverá a destruir una sonrisa.» Este lunes 6 de agosto, más de 40 mil personas guardaron un minuto de silencio en el Parque de la Paz, en la ciudad de Hiroshima, para conmemorar los 62 años del lanzamiento de la bomba atómica sobre esa ciudad, en el año de 1945. La razón de este acto conmemorativo fue para rendir homenaje a las ví­ctimas de la hecatombe y recordarles a las personas en general y a los jóvenes en particular, sobre este terrible suceso que no puede repetirse en la historia de la humanidad, y también reiterar los tres principios antinucleares que Japón ha tenido como ley después de la Segunda Guerra Mundial: no posesión, no producción y no circulación de armas nucleares. Si el mundo entero tuviese como mandato estos tres principios, seguramente ya no existirí­an arsenales de armas nucleares o de otro tipo, y talvez el peligro de destrucción total de los seres vivientes sobre la faz de la tierra disminuirí­a. Uno de los pensamientos más famosos de la Madre Teresa de Calcuta es «No usemos bombas y armas para dominar el mundo; usemos el amor y la compasión. La paz comienza con una sonrisa.» Así­ en la mitologí­a griega, recordemos que cuando fue abierta la caja de Pandora y surgieron de ella todos los males que ahora aquejan a nuestro planeta, brotó por último la esperanza, que aunque sea un ideal, existe por ella una ilusión en la mente de las personas, y haciendo un esfuerzo podremos creer que algún dí­a prevalecerá la paz, un sano equilibrio, para vivir en armoní­a con los demás vivientes en la naturaleza. Cuando se cumplieron en el año 2005, los 60 años de la tragedia de Hiroshima escribí­ el siguiente poema: Envenenada lluvia infernal/ sangrantes llamas/ fúnebres gritos/ de moribundos huesos/ en una ciudad inexistente./ El terror es extremo/ invade la bóveda celeste/ y la mañana se vuelve noche/ y el sol no nacerá más./ Todo es fuego/ y el aire no es aire/ y la funesta explosión/ ha convertido la ciudad/ en ciudad-sombra/ en ciudad-lágrima/ en ciudad-polvo/ en ciudad-muerte…/ Sesenta años después/ los esqueletos pulverizados/ en oscura ceniza/ se levantan/ y aún gritan/ y aún lloran/ arrodillados y humildes/ se rinden de nuevo/ renuncian/ un eterno escalofrí­o/ no los deja descansar.