Hipocresí­a con el Anticristo


La libertad de un paí­s debe ser real y no sólo nominal. Si Guatemala se predica como una nación respetuosa de la libertad de expresión y, por supuesto, también de pensamiento, debe ser tolerante con las ideologí­as, aunque éstas sean de minorí­as y, por consiguiente, contrarias a las ideologí­as dominantes; para el caso que nos ocupa, las ideologí­as religiosas cristianas.

Milton Alfredo Torres Valenzuela

El cristianismo sólo es una más de las muchas religiones que existen en el mundo y por circunstancias históricas y polí­ticas se ha convertido en la religión dominante en Guatemala, pero de esto no se desprende que tenga que reprimirse o coartar el libre ejercicio religioso que ciertas minorí­as tienen derecho a ejercer en virtud del derecho que les asiste.

Me parece una actitud hipócrita y tí­pica de una institución como el Congreso de la República, en la que conviven los especimenes más controversiales que ha engendrado nuestra sociedad, que asumiendo una actitud de defensa puritana del orden público le niega la entrada al paí­s a un personaje que, desde mi punto de vista, es patético, pero que tiene todo el derecho a ingresar a un paí­s supuestamente «libre» y «tolerante».

Sólo en los paí­ses más pobres, fanáticos y violentos se toma tan en serio la difusión de ideas aparentemente irreverentes o peligrosas para la estabilidad del orden social, como en aquellos cuyos habitantes van a la guerra o se ven inclinados a actos terroristas por motivos tan baladí­es como la caricaturización de sus dioses o í­dolos religiosos. Las sociedades más avanzadas lo son, en buena medida, por el laicismo alcanzado en sus vidas y especialmente en sus instituciones polí­ticas; además de su capacidad por reí­rse y blasfemar y poner en tela de crí­tica racional a sus divinidades y sus órdenes cósmicos. El fanatismo siempre ha conducido a guerras y a actitudes extremadamente violentas en todos los órdenes de la vida y del accionar polí­tico.

Por mi parte, que venga cuanto ser humano así­ lo desee, sea anticristo, pro cristo, neocristo, supracristo o ateo.

Sólo la ignorancia, la hipocresí­a, el oportunismo o la demagogia pueden conducir a estas actitudes ridí­culas.