Hillary, camino de la Casa Blanca



Con su arrolladora victoria en las elecciones legislativas estadounidenses de ayer, la ex primera dama Hillary Clinton se aseguró un segundo mandato en el Senado que le permite concentrarse en las presidenciales de 2008.

Según resultados parciales, Clinton habí­a obtenido el 70% de los votos frente a 27,8% para su rival, el republicano John Spencer, quien admitió su derrota un par de horas después del cierre de los centros electorales.

«Esta es una gran noche para los demócratas (…) Creemos en nuestro paí­s y vamos a recuperarlo a partir de esta noche», dijo la senadora al lado de su marido, el ex presidente Bill Clinton, en el discurso de celebración del triunfo.

Su presencia en el Senado otros seis años le proporciona la plataforma y las credenciales para luchar por la Casa Blanca -es casi un artí­culo de fe de la polí­tica estadounidense que para optar a la presidencia hay que haber logrado dos mandatos en un cargo de relevancia.

El diario The New York Times resumí­a el sentir general ayer al afirmar que su ventaja sobre Spencer era tan grande que la cuestión es saber «cuánto tardará en anunciar que concurre a las presidenciales».

La victoria de ayer estaba anunciada por la enorme diferencia de popularidad entre ambos, el buen concepto de la gestión de Clinton entre los votantes y, por si fuera poco, el despliegue de medios de la candidata.

Clinton gastó casi 30 millones de dólares en la campaña electoral, más que ninguno de los 350 candidatos participantes y casi seis veces más que Spencer (4,8 millones).

La Comisión Electoral Federal informó que Clinton habí­a invertido 29,45 millones de dólares en su reelección pese a tenerla prácticamente garantizada.

Sólo el senador republicano de Pensilvania, Richard Santorum, cuyo puesto sí­ estaba amenazado y acabó perdiéndolo, se acercó a Clinton, con un gasto de 21,5 millones de dólares.

Otros 15 candidatos superaron los 10 millones de dólares.

El profesor de la Universidad de Nueva York, Steven Brams, dijo que la cifra incluye probablemente dinero que Clinton ha donado a las campañas de otros candidatos de los que espera ayuda para las presidenciales.

«Podrá esperar ayuda de aquellos a los que ayude hoy», explicó a la AFP.

«Sospecho que está tratando de ayudar al partido y quizás congraciarse con otros candidatos y los lí­deres del partido porque está mirando hacia el futuro», dijo a la AFP.

Pese al derroche, a Clinton le quedan aún 15 millones de dólares y una maquinaria engrasada en la que su marido Bill juega un papel destacado.

Pese a los indicios que apuntan a que luchará por el puesto que él ocupó entre 1993 y 2001, Clinton apuesta por no cometer errores.

«Todo lo que yo hago presenta un riesgo polí­tico por la atención que recae en mí­», lamentaba recientemente en una entrevista con la revista Atlantic Monthly.

«Trata de minimizar sus ambiciones, de aparecer modesta y a la vez cualificada», estimó Brams. «Bajo el gobierno de su marido la acusaban de arrogancia, y creo que es el tipo de imagen que, sobre todo, no quiere ofrecer».

En su camino hacia el centro polí­tico, sus decisiones a veces disgustan a la izquierda, como por ejemplo cuando votó por ir a la guerra con Irak en 2002.

Pero a diferencia de otros colegas demócratas a quien aquel apoyo les costó el apoyo de su electorado tradicional, como al senador Joseph Lieberman, que concurrí­a a estos comicios como independiente tras haber perdido la nominación de su partido, Clinton ha sabido limitar los daños.

«Vistas las circunstancias, ha sabido manejarlo mejor», estimó Costas Panagopoulos, analista polí­tico de la universidad de Fordham de Nueva York. «Nunca retrocedió hasta el punto de admitir que cometió un error, pero ha moderado su posición sobre la guerra».