La gente creía que las palabras de Gualberto Mirón, el mendigo de la esquina, eran producto de debilidad mental, o de sus muchos años de sufrimiento.
César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com
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A todo aquel que le ayudaba, el pobre decía:
«Muchas gracias, señor; ¡saludos a su papá!»
Así transcurrió mucho tiempo; aquellos que se acercaban a Gualberto, ya ni siquiera escuchaban lo que éste, fiel a su costumbre, siempre les decía.
Pero, en cierta ocasión, un curioso le preguntó la razón de sus frases, sin saber que la respuesta del viejo lo haría llorar.
«Porque sólo los hijos de Dios pueden ser tan buenos en ayudarme».
CUANDO AYUDAS A UN NECESITADO, TE PARECES A TU PADRE, DIOS.