María Rodríguez-Casas recorría un pasillo de la escuela cuando sintió ruidos que venían de un aula. Daba la impresión de que los chicos no se estaban comportando, por lo que la directora del distrito escolar de Mathis abrió la puerta.
Fue recibida por los estudiantes con una sonrisa y les preguntó por qué algunos no estaban haciendo sus tareas.
Lea pidió a cuatro estudiantes que saliesen al pasillo para conversar. Afuera del aula, les dijo que su comportamiento no era algo de lo que podían sentirse orgullosos y les preguntó por qué no respetaban a la profesora.
Cada uno debía escribir un informe con la respuesta, les ordenó.
Si señora.
Rodríguez-Casas sabe hacerse respetar. Lo ha hecho en los 20 años que lleva en el campo de la educación.
Aprendió a ser respetada y su ética de trabajo a fuerza de sudor, bajo un sol abrasador.
Esta mujer de 48 años, madre de tres hijos, es hija de trabajadores migrantes, a quienes de niña ayudó en las cosechas en Michigan, Dakota del Norte y Ohio. Ganaban entre 12 mil y 17 mil dólares que debían durarles todo el año.
«Quedé marcada cuando empecé a recibir cupones alimenticios», declaró al Corpus Christi Caller-Times (http://bit.ly/15phJEy ). «Me sentí avergonzada. No quería saber nada de eso».
Rodríguez-Casas, quien encabeza ahora un distrito escolar de 1 mil 695 estudiantes unos 65 kilómetros (40 millas) al noroeste de Corpus Christi, dijo que esa experiencia no la hace sentir mal.
Le dio una perspectiva que la ayudó a educar a los estudiantes, sobre todo a los migrantes. El estado tiene 34 mil 735 estudiantes migrantes, según la Agencia de Educación de Texas. Su «vida de migrante», dice, le permitió ver que podía hacer algo más.
Cuenta que ganó confianza en sí misma gracias a un maestro que la sumergió en el idioma inglés y a su madre, Juanita García de Rodríguez, quien la empujó para que aprovechase todo su potencial.
Rodríguez-Casas nació en Brownsville y se crió del otro lado de la frontera, en Matamoros, estado mexicano de Tamaulipas, para que sus padres pudiesen cuidar de sus abuelos.
Atender a los demás, afirma, es parte de su cultura. «Es algo que te inculcan», expresó. «La familia es lo primero». En esa época su familia siguió viniendo a los Estados Unidos para trabajar en las cosechas, relató.
Cuando la familia regresó finalmente a Brownsville, Rodríguez-Casas tuvo algunos problemas en la escuela y otros estudiantes se burlaban de ella por su acento y sus dificultades con el idioma. Le fue muy bien en el sexto grado en México, pero cuando volvió a Brownsville la pusieron en un grado inferior porque estaba aprendiendo inglés, indicó.
Rodríguez-Casas fue considerada una estudiante en peligro de descarrilarse, pero se involucró en programas escolares para adolescentes cuando pasó algunos veranos con su madre y algunas hermanas. En la secundaria, el profesor Robert Horne la estimuló para que se concentrase en su educación y no le permitió hablar en español en su clase.
«Eso cambió mi vida», cuenta Rodríguez-Casas. Terminó la secundaria en la James Pace High School en 1985 como la tercera de su clase, indicó. Fue además la primera en su familia que consiguió un título universitario básico, de bachelor.
Se enorgullece del doctorado en filosofía aplicada a la educación de la Universidad de Texas, que exhibe en su oficina del distrito escolar independiente de Mathis.
Rodríguez-Casas cuenta a menudo su historia porque piensa que puede ser un ejemplo para otros. «¿Por qué no compartir estas historias para entendernos mejor?», preguntó.
Hace poco participó en una sesión de preguntas y respuestas con estudiantes de una secundaria que visitaba. Les pidió a los estudiantes que dijesen en qué consiste el trabajo de los migrantes y lo que significa ser mexicano-estadounidense.
Rodríguez-Casas se siente orgullosa de su herencia, algo común en el Distrito Escolar Independiente de Mathis, donde entre el 85% y el 88% de los estudiantes son hispanos. La franqueza con que habla de su historia ayuda a que los estudiantes comprendan que no importan de dónde vienen.
«Puedes salir adelante», dijo Yolanda Domínguez, profesora de inglés de sexto grado en la secundaria Mathis Middle School.
Los padres, sobre todo los del programa de migrantes, expresan que sienten una conexión con Rodríguez-Casas, quien organiza foros y otros eventos para padres. También suministró laptops y uniformes para estudiantes migrantes.
Es bueno tener una directora de distrito que sabe que las familias están obligadas a viajar al norte para recoger algodón, sorgo, maíz y frijoles, agregó Norma Champion, cuyo hijo es un migrante que cursa el séptimo grado en el distrito de Mathis. «Nuestra vida es así y ella lo entiende», señaló Champion.