Hidroeléctricas son caras pero sirven a los pobres


La hidroeléctrica de Itaipu, en el rí­o Paraná, frontera entre Brasil y Paraguay.

Las usinas hidroeléctricas son caras pero necesarias para atender las urgencias de los pobres y las demandas del desarrollo, dijeron expertos reunidos hasta hoy en la ciudad brasileña de Foz de Iguaí§ú, fronteriza con Paraguay y Argentina.


Grandes como para abastecer a más de un paí­s, o pequeñas pero suficientes para mejorar la vida a familias perdidas en selvas o montañas, las hidroeléctricas deben ser estimuladas, opinaron académicos y funcionarios de unos 30 paí­ses que durante dos dí­as discutieron sobre fuentes de energí­a renovables a escasos kilómetros de la colosal represa brasileño-paraguaya de Itaipú.

La histórica escalada de los precios del petróleo tornó más dramática la carrera hacia fuentes de energí­a alternativas, ya impulsada por las demandas de detener la polución del planeta.

América Latina tiene abundancia hí­drica pero utiliza apenas 21% de los 660 mil megavatios potenciales de sus cuencas, según un reporte presentado por la Organización Latinoamericana de Energí­a (Olade).

ífrica, por su parte, cuenta con 12% de los recursos hí­dricos mundiales y aprovecha menos de 10% del potencial, advirtió Tong Jiandong, director de un centro internacional de estudios con sede en China.

Brasil es rico en rí­os y el 78% de su electricidad es de esa fuente, pero la demanda es enorme y creciente, por lo que enfrentará hasta el año 2012 el riesgo de déficit energético, advierten analistas.

Actualmente proyecta dos represas con capacidad de 3 mil megawatts cada una y estimula la instalación de pequeñas hidroeléctricas de hasta 30 megawatts para las zonas amazónicas.

«La electricidad se paga sola», dijo en el foro Jorge Miguel Samek, director brasileño de la represa binacional de Itaipú, una de las más grandes del mundo, con capacidad para producir 14 mil megawats.

Itaipú requirió inversiones por 12.200 millones de dólares y hoy su valor de mercado es de 60 mil millones, dijo Samek. La represa, cuyas primeras turbinas comenzaron a operar en 1984, cubre 20% de la demanda brasileña y prácticamente toda la paraguaya.

Brasil puede dar esos pasos, pero eso es utópico en Africa. «Ningún paí­s africano es capaz de producir grandes proyectos», dijo Firmino Mucavele, presidente de la Nueva Asociación para el Desarrollo de ífrica (Nepad).

«Por eso abrazamos la idea de construir pequeñas represas. Con el aumento del petróleo las condiciones de ífrica empeorarán», dijo.

Las pequeñas represas son construidas para atender demandas de clientes o poblaciones especí­ficas. No requieren grandes caí­das de agua ni enfurecen tanto a los ambientalistas como ocurre con las grandes hidroeléctricas.

La Olade puso como ejemplo una pequeña usina para una comunidad indí­gena perdida en los Andes bolivianos, con un costo de inversión de 2.700 dólares por kilowatt a generar.

«La inversión es alta y el problema es el riesgo financiero. Es fundamental que la comunidad se involucre. Ellos mismos venderán la energí­a», dijo Mentor Poveda, experto del área eléctrica de Olade.

Por su parte, India proyecta hidroeléctricas de gran porte, pero también fomenta las pequeñas, afirmó Arun Kumar, director de un centro de estudios energéticos de ese paí­s.

India aprovecha no solo rí­os sino también represas de agua potable y hasta canales de irrigación, y en los últimos 5 años ha puesto en marcha más de 200 represas de hasta 25 megawatts para grandes consumidores o poblaciones remotas.

«Por eso abrazamos la idea de construir pequeñas represas. Con el aumento del petróleo las condiciones de ífrica empeorarán».

Firmino Mucavele,

presidente de la Nepad