Centenares de mujeres son víctimas del robo de sus hijos cada año; la mayoría no reciben ayuda psicológica posterior.
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«No espero que me digan que no, porque aún estoy con la angustia de que me digan que aún pueden hacer justicia», declaró entre llanto Thelma Cristina Sol Matías.
Thelma Cristina Sol Matías es una joven madre que vivió en carne propia el robo de su hijo Jonathan Alejandro Martínez Sol, su primogénito de tan sólo un mes de edad. Aunque dos de las acusadas de ese hecho son procesadas por el delito de trata de personas, la joven mujer indígena y de escasos recursos vive en constante temor.
Mientras se preparaba para declarar ante el tribunal, un tanto nerviosa le manifiesta a algunos periodistas que aún vive con temor de que esa pesadilla se vuelva a repetir, «siempre estoy con la angustia de que me pase lo mismo. No vivo tranquila (…) no puedo sacar a mi hijo a ningún lado», comenta mientras las lágrimas recorren sus mejillas.
A más de un año de ese hecho traumático, la joven sólo pide que se haga justicia y reconoce que «un gran número de familias están sufriendo» por los robos, con fines de adopción, de infantes.
Situación
Más de de 500 niños son robados cada año para ser dados en adopción, en un «negocio» que genera más de Q30 mil millones anuales, según ha denunciado la Fundación Sobrevivientes. La Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ODHA), sobre la situación de la niñez guatemalteca, reporta estadísticas similares sobre ese flagelo.
Los datos son alarmantes, pero también generan lesiones permanentes tanto en las madres como en los niños que son robados, y que en muy pocos casos son recuperados.
María Teresa Gaytán, Directora del área de psicología del Hospital Roosevelt, refiere que la situación traumática que padece una mujer víctima de ese tipo de hechos «no se olvida», por lo que es necesario que haya tratamiento posterior.
La psicóloga refiere que el miedo normal se desvanece en seis meses aproximadamente, pero que lo idóneo es que reciban tratamiento psicológico, sin embargo, la entrevistada señaló que existen programas de ayuda de parte del Estado que no tienen mucha cobertura, ya que sólo funcionan en un área de la capital.
Gaytán apuntó que el robo de niños afecta a las madres en el sentido que pierden la seguridad en sí mismas, ante la impotencia de protección de sus hijos; sin embargo añadió que el niño o niña víctima de ese hecho también sufre los efectos de ese delito, dado que tiende a crecer inseguro y sin libertad, debido a la sobreprotección que podría darse de parte de sus padres.