Helicópteros mensajeros de bendición


El naví­o estadounidense «USS Kearsarge», con una flota de ocho helicópteros y tres embarcaciones, recorre las costas de Haití­ para repartir a toda velocidad ayuda humanitaria, luego de que cuatro ciclones destruyeran carreteras y puentes.


«Nuestra misión se ha centrado en el suministro de apoyo médico y logí­stico, estábamos bien equipados» cuando la marina de guerra estadounidense ordenó al portahelicópteros abandonar Colombia y dirigirse a la capital haitiana de Puerto Prí­ncipe, explicó el capitán del «USS Kearsarge», Walter Towns.

«Gran cantidad de personas no tiene nada para comer o beber desde hace varios dí­as y la infraestructura no permite llegar a numerosos lugares remotos. Hoy, estamos en todo el paí­s, desde Gonaives (la ciudad más afectada, al norte), hasta Cayes, en el sur», indicó.

Los helicópteros estadounidenses que llegaron para reforzar la flota de estas aeronaves de la ONU en Haití­ fueron bienvenidos, toda vez que los huracanes dejaron inservibles las dos ví­as que unen Puerto Prí­ncipe con el norte del paí­s, lo que hizo imposible enviar ayuda humanitaria por carretera.

La cubierta del «USS Kearsarge» se mantiene constantemente en actividad: seis helicópteros de transporte CH-53 y dos MH-60 aterrizan y despegan incesantemente, para realizar de doce a catorce vuelos por dí­a.

Se dirigen al aeropuerto de la capital, donde se cargan los ví­veres antes de ser enviados hacia algún pueblo aislado.

«La agencia estadounidense para el desarrollo internacional (USAID) nos indica hacia dónde debemos transportar la ayuda humanitaria en función de las necesidades y en el lugar, el Programa Mundial de Alimentos y ONGs se encargan de distribuirla», explicó el comandante del ejército Jermai Sabbatt, que supervisa los movimientos en Puerto Prí­ncipe.

Ayer en la mañana, a bordo de un CH-53, dos pilotos, tres soldados y cinco marines se preparaban para partir hacia Port-de-Paix, en el norte.

«No solo sabemos pelear, también sabemos ayudar», lanza el cabo Eduardo Ruiz, de 22 años, nativo de Nueva York.

El joven recluta no conoce ni Irak ni Afganistán, pero participó en una misión de asistencia en Bangladesh, que sufrió en noviembre los embates de un ciclón que provocó cerca de 3.300 muertos.

Dentro del aparato se apilan cajas con sellos de Estados Unidos que contienen aceite vegetal y sacos de harina que dicen «donación de Francia».

El mar turquesa del Caribe se vuelve marrón a medida que el helicóptero se aproxima al poblado costero, donde los huracanes de las últimas semanas dejaron su terrible marca: al menos 326 personas murieron y 170 mil fueron damnificadas, según las autoridades haitianas.

Tras poco menos de una hora de vuelo, el piloto se posa sobre una plataforma rudimentaria. Rápidamente, los militares estadounidenses descienden a tierra y descargan los ví­veres, recibidos por una veintena de haitianos vestidos de azul contratados por la ONU, que forman una cadena humana.

El jefe policial francés Eric Paul, que estaba formando a agentes haitianos cuando sobrevino el desastre, ayuda a pasar los sacos.

«Luego del colapso del puente de Mirebalais, debimos ser autosuficientes, quedamos aislados del mundo», relató.

Mientras continúa la entrega de toneladas de ayuda humanitaria, los norteamericanos no tienen fecha de retorno.

«La misión podrí­a extenderse para brindar ayuda médica», indica el capitán del «USS Kearsarge». A bordo del naví­o, un contingente médico de 120 miembros espera contribuir para evitar una nueva catástrofe, esta vez sanitaria.