Antecedentes históricos de la pobreza, falta de acceso a la tierra, abandono del Estado a las comunidades rurales y las formas de organización campesina; podrían ser aspectos que no se encuentran dentro de la competencia del Ministerio Público (MP) en cuanto a su mandato.
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Ayer la Fiscalía contra el Crimen Organizado confirmó que solicitará la captura de siete líderes comunitarios de Lívingston, Izabal, por dos delitos: «secuestro y terrorismo». Juan Luis Florido, fiscal general de la Nación, utilizó esos términos para calificar a los presuntos autores de las detenciones de 29 policías y cuatro turistas belgas semanas atrás.
«Los responsables de estos hechos han vuelto a poner a Guatemala con una imagen deteriorada para efectos de la industria turística e inversión extranjera y desestabilizan esa región donde actúan hasta el momento sin que puedan ser capturados», enfatizó Florido.
Sin ser muy específico, Jorge Luis Donado, fiscal contra el crimen organizado, informó sobre los argumentos para acusar de «terrorismo» a los siete campesinos de Izabal: «Con esos actos desestabilizan nuestro estado de derecho, tomando en cuenta que secuestraron a representantes del Estado y además a turistas», manifestó.
Posturas
Benito Morales, abogado de la Fundación Rigoberta Menchú, opinó: «En este tipo de casos es muy arriesgado tipificar los delitos de terrorismo y de secuestro a partir de que se hace de una manera prematura y aislada».
El jurista agregó que el MP tiene la obligación de realizar una investigación profunda sobre los hechos de delitos, y que la postura asumida por el perseguidor penal «es una cuestión que deviene en cuanto a la forma de encarar el problema por parte de los funcionarios del Ejecutivo y lo que están haciendo es crear criminalización de hechos», enfatizó.
Daniel Pascual, del Comité de Unidad Campesina (CUC), comentó que dicha organización rechaza dichas tipificaciones y añadió que existen otros hechos en el país que podrían ameritar una caracterización de ese delito y que el MP no la hace: «los once muertos, los carros quemados, el tipo de armas que utilizaron para exterminar a esas personas en Zacapa, la forma en la que asesinaron a los diputados salvadoreños; esos son actos que deberían catalogar como terrorismo», manifestó el entrevistado.
Pascual añadió que el MP «está haciendo un uso malintencionado del concepto de ese delito para afectar y para provocar cualquier tipo de represión en contra de la gente de las comunidades», y añadió que no descartan emprender acciones internacionales por ese hecho.
Amílcar Méndez, activista de Derechos Humanos, refirió que en los hechos referidos «impera un aspecto social y humano que origina este tipo de conflictos y el MP tiene que considerarlo».
El activista añadió que no concurren elementos para plantear esa acusación porque «no les encontraron desechos de guerra o artefactos explosivos», y reiteró que la acusación por ese delito por parte del MP, no procede.
Daniel Pascual,
líder campesino