El día miércoles, 30 de julio, se realizará el acto de lanzamiento de la Asociación de Familiares de los Emigrantes en el municipio de Morazán, El Progreso. Desde hace más de dos años, tuve el honor de presentar la propuesta en nombre de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG), en un congreso organizado por la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), que se instauraran los familiares de los emigrantes para hacer frente a las oportunidades y los desafíos que el fenómeno migratorio genera.
Han tenido que coincidir las preocupaciones e intereses de la PDH, la RPDG, AGMAUSA como organización de emigrantes morazanecos y sus familiares, así como el vivo respaldo del alcalde de Morazán, para que la asociación se haya formado y esté ahora lista para su lanzamiento, como un ejemplo para todas las municipalidades del país.
A lo largo de varios años, a la par del reconocimiento que se hace de las remesas que los emigrantes envían -que son determinantes para que la economía nacional no colapse y aliviar el desempleo, la ausencia de tierra y la marginación producidos por la falta de desarrollo social y económico- se han identificado también grandes costos sociales en sus comunidades de origen. Nuestro capital humano, que debiese ser motor del desarrollo en Guatemala, se ve forzado a trasladarse a los Estados Unidos, padecer abusos y persecución en dicho país, y dejar un gran vacío en decenas de miles de familias en todo el país.
La primera idea, entonces, detrás de la organización de los familiares es el apoyo mutuo para enfrentar sus problemas. Ahí en donde la figura paterna o materna están ausentes o en donde hacen falta los jóvenes y los jefes de familia, la unidad y la solidaridad entre las familias afectadas son las que pueden ayudar a enfrentar la difícil vida cotidiana. Una segunda idea, que surge del flujo de remesas, es empezar a buscar formas para su mejor utilización, principalmente ahora que todos los pronósticos apuntan a una disminución de los recursos, por las políticas antiinmigrantes y el pobre desempeño de la economía en los Estados Unidos. Una tercera idea surge del cruel incremento de las deportaciones de los Estados Unidos. Las familias se ven hoy ante la dura realidad de que los deportados retornan sin dinero, con deudas, sin trabajo, sin apoyo alguno del Gobierno y con la moral abatida. La organización de los familiares será un recurso para enfrentar este problema no de manera individual sino que colectiva.
Desde luego, no podemos cerrar los ojos al hecho de que la organización es también fuente de poder social y político. Los emigrantes estamos cansados de las promesas de los políticos del país de que se interesarán por nuestros problemas; solamente se preocupan de sus propios intereses y proyectos. Se espera que las organizaciones de los familiares, en estrecha comunicación y coordinación con los emigrantes, empiecen a exigir que la clase política y las autoridades de gobierno rindan cuentas. Tenemos la firme esperanza de que a tres años plazo las asociaciones de familiares de emigrantes puedan jugar un papel determinante para definir el derrotero de nuestro país, que aún espera los dividendos de la paz firmada hace casi 12 años, en 1996.