Muchos hablamos en los medios de comunicación sobre el “ataque” con cal del que fue víctima Roxana Baldetti el pasado martes, luego de la presentación del segundo informe de Gobierno, porque nos guste o no, la Vicepresidenta del país es un personaje público y el suceso no podía pasar desapercibido.
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La captura de los presuntos responsables y su audiencia de primera declaración, el drama de la atención a Baldetti en un hospital por un día completo y el intercambio de señalamientos entre el partido oficial y la principal fuerza opositora también fueron noticia, porque esos acontecimientos, en consecuencia, cobran interés público.
Y aunque todavía falta investigar más sobre “el atentado” y seguramente tendremos que seguir trabajando para informar sobre el tema por sus implicaciones en el Gobierno y la política, no podemos desatender los problemas más profundos del país y que tienen un severo impacto en la sociedad, aunque no sean tan llamativos y polémicos como un ataque con polvo blanco en el teatro.
Con el incidente de Baldetti nos olvidamos de temas fundamentales como la seguridad; en el segundo informe de Gobierno, el presidente Otto Pérez Molina habló de una reducción de muertes violentas en la Capital y el departamento de Guatemala, aunque no enfatizó que en el país hubo más asesinatos durante el 2013, en comparación con el año anterior.
Tampoco nos recordamos de la pésima atención de los hospitales públicos y centros de salud, que carecen de personal, medicinas e insumos básicos, por lo que muchas personas están condenadas a recibir una atención de mala calidad, y solo una minoría se puede dar el lujo de pagar atención médica privada de mediana calidad.
No debemos olvidar las 127 mil 616 deportaciones (50,221 de Estados Unidos y 77 mil 395 de México) de guatemaltecos durante el año pasado, que impusieron un nuevo récord de retornos, y que representan un verdadero problema sociopolítico, pues hasta ahora no hay ni un solo indicio de que esas personas puedan encontrar un empleo de calidad, que les permita satisfacer sus necesidades fundamentales y las de sus familias.
¿Y qué decir de la educación? Empezó el ciclo escolar y muchas escuelas e institutos públicos se encuentran en condiciones deplorables, falta contratar a varios docentes y otros anuncian protestas porque no se garantiza el aumento salarial, que fue autorizado por el Gobierno con un cuestionable pacto colectivo de trabajo
En el tema del hambre, según un informativo del Gobierno, “el gobernante dijo en su intervención en Escuintla en el acto de rendición de cuentas a la población que gracias al Pacto Hambre no se registran decesos de niños por causas de la desnutrición en 255 de los 334 municipios del país”.
¿En serio vamos a celebrar las “no muertes” de menores? ¿Qué pasa con los menores que sí están muriendo por la falta de alimentos? Cada niño muerto por causa de la desnutrición es una vergüenza nacional y debería ser motivo de preocupación del Presidente, la Vicepresidenta, el Gabinete de Gobierno, los diputados y de toda la sociedad.
Ya es tiempo de trabajar por Guatemala. Después de todo, hay vida después de un ataque con cal.