Siempre hemos escuchado que «honrar, honra», como una muestra de que cuando alguien enaltece a una persona que merece reconocimiento, recibe parte de la honra. Pero si hoy en día alguien en Alemania decidiera elevar un monumento a Hitler, seguramente que sus conciudadanos pegarían el grito en el cielo y quien tuvo semejante «ideota» terminaría deshonrado por torpe y, sobre todo, por irrespetar la historia.
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Y eso que de Hitler se puede decir que luego de las humillaciones que Alemania tuvo que soportar tras la firma del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, fue el líder de los nacionalsocialistas quien devolvió a ese país su orgullo y desafío a las potencias cuyas reparaciones de guerra impuestas en el Tratado de Versalles, tenían de rodillas al pueblo alemán. Fue Hitler quien reconstruyó el potencial económico y bélico de Alemania y si de obra física se trata, seguramente que sería difícil emular la obra del arquitecto Hermann Albert Spee, quien luego fue ministro de armamento del régimen nazi, pero cuya obra física fue impresionante. De todos los dictadores puede uno encontrar obra física y en la inmensa mayoría de los casos los tiranos que aplastan a sus pueblos se aprovechan de la falta de oposición para manejar los fondos públicos a su antojo y de esa cuenta la obra pública es por lo general uno de los logros de casi todas las dictaduras. Los tiranos hacen obra por las buenas o por las malas, sabiendo que nadie va a oponerse y muchos tratan de emular esas prácticas. Guatemala ha tenido muchos dictadores y la gama para escoger a alguno que pueda ser objeto de homenajes, ya que aún hay tanta gente aquí que tiene mente de lacayo y goza recordando y añorando a un tirano, era demasiado extensa como para caer en quien frenó el tiempo y durante 14 años impidió todo atisbo de desarrollo en el país, además de haber eliminado físicamente a todos los que le hacían alguna oposición, incluyendo a algunos de sus mejores amigos. Creo que uno tiene que tomar las cosas de donde vienen y por lo tanto la decisión de la Alcaldía no puede ser motivo de sorpresa para nadie. Puesto a escoger a quién honrar cuando terminó la construcción del Anillo Periférico, Manuel Colom Argueta dispuso dar el nombre de Adolfo Mijangos López a la obra recién construida, mientras que en esos mismos días el gobierno de Arana bautizó con el nombre de Martín Prado Véliz al puente del Incienso. Por cierto tanto el Periférico como el puente son nombrados por la población simplemente como Anillo Periférico y como Puente del Incienso, porque así somos los chapines. Jorge Ubico Castañeda fue un tirano que de no haberse zurrado ante los gringos, hubiera elevado en Guatemala estatuas a Hitler, Mussolini y Franco. En vez de ser fiel a sus simpatías ideológicas, se arrodilló ante Roosevelt y, pusilánime, despojó de sus bienes a los ciudadanos alemanes que vivían en Guatemala y envió a varios de ellos a campos de concentración simplemente por el delito de ser alemanes. Honrar a Ubico es propio de una administración municipal que no tiene el menor respeto por la población, que comparte con el tiranuelo la arrogancia y prepotencia de quien siente que le está haciendo un favor a Guatemala y que el pueblo tiene que aguantar sus caprichos sin chistar. Ubico era absolutamente ignorante (ni siquiera se pudo graduar de oficial y le regalaron los despachos) y por eso no extraña la distinción que se le ofrece porque, como digo, hay veces que honrar, deshonra.