Existen pero no funcionan con la eficiencia necesaria muchos entes oficiales y privados, cuyos cómitres y galeotes (léase jefes y subalternos) no realizan el trabajo que se requiere para siquiera atenuar la gran pesadilla de miles y miles de víctimas de las enfermedades, de la violencia criminal, discapacitados y rumiando extrema pobreza.
Vemos en calles, parques, plazas, atrios de templos católicos, en aceras y por todas partes, a niños, adolescentes, jóvenes, senescentes y en plena tercera edad e incluso centenarios que presentan cuadros impresionantes, patéticos, ante propios y extraños.
Ese escenario social urbano y rural, que se ha extendido hasta los confines del cercenado territorio nacional, nos demuestra que todos o casi todos los hombres y «ombres» que han escalado por fas o por nefas el poder público, no han tenido realizaciones positivas, de amplio alcance ni profundidad, no sólo por incumplimiento de deberes y obligaciones, sino también por insensibilidad humana, falta de iniciativa, o bien porque no han contado con suficientes recursos presupuestos (no «presupuestados», como dicen erróneamente algunos burócratas)…
Lo cierto es que los ojos de viandantes callejeros y de los que se conducen sobre «patas de hule» en los ambientes urbanos y rurales de nuestro solar patrio no dejan de sentir conmiseración al ver mendigar a muchísimos indigentes, sufrientes a causa del infortunio. No faltan las personas en notoria situación desastrada que, por carecer de extremidades inferiores o con deformidades congénitas u ocasionadas por accidentes, se arrastran como los batracios.
Reparando en tan serio problema social que está en gran parte desatendido por quienes han tenido la oportunidad de asir y pretender no soltar a lo monárquico, como en la Argentina de los Kitchner y de Perón in illo témpore, la sartén que tienen por el mango, mangoneando a más no poder, es de sugerir -en este caso a todos- afrontar con decisión, eficiencia y en toda la dimensión nacional la problemática en mención.
Hasta hoy, hasta hoy que presentamos este breve comentario en el espacio que tenemos asignado en el vespertino LA HORA, no se ha trabajado en lo social como lo demandan las circunstancias, y eso es por demás lamentable, muy lamentable, recalcamos.
Las personas que deambulan por todos lados mendigando, descansando o durmiendo noche y día a la intemperie, soportando la rigurosidad del sol, el sereno, la lluvia y demás inclemencias del ambiente, por imperativo de su abandono, de sus desventuras, deben ser atendidas (dichas personas) por las entidades que, precisamente, han sido creadas para hacer obra social conforme a sus deberes y obligaciones y, en el caso que apenas estamos bosquejando, no hay que tratar las negras realidades sólo arrellanados a los escritorios en las poltronas, sino saliendo a la calle en los centros urbanos y a los lugares rurales del país para hacer frente a la situación planteada mil y tantas veces, especialmente a través de los medios de comunicación en general.
Deben hacer falansterios para que duerma la pobre gente que, como en oleajes, andan en ciudades y en los campos, como si fuesen la hojarasca que arrastran los vientos, en esta empobrecida y bastante anarquizada Guatemala de la Asunción y de las ascensiones de ambiciosos y megalómanos politiqueros del partidismo.
Así que? ¡a abandonar algunas horas cada día los taburetes para hacer buen trabajo, señores y señoras de las posiciones que les han confiado y/o que han fundado en la llanura para abandonar la monotonía y, de esa manera, hacer algo efectivo y beneficioso para la pobrería!