Hay que ponerse en los otros zapatos


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Hace muchos años participé en el extranjero en un programa de capacitación en donde aprendí­ con varios representantes de los paí­ses latinoamericanos ahí­ presentes, que sí­ deseábamos tratar correctamente a quienes requerí­an de nuestra atención y servicios, llámense pacientes, clientes o consumidores antes debí­amos ponernos en sus zapatos. Ha transcurrido mucho tiempo después de haber recibido tan sabia enseñanza, hasta poder llegar a asegurar que no ha existido ninguna otra razón más convincente y efectiva para lograr entender el comportamiento de quienes nos rodean y sobre todo de quienes nos benefician con su confianza y credibilidad.

FRANCISCO CíCERES BARRIOS
fracaceres@lahora.com.gt

 


Para citar un ejemplo, me imagino que para un juez es desagradable que venga otra persona de otro paí­s o de una entidad no nacional a criticarle su comportamiento y hasta poner en tela de duda sus conocimientos, experiencia y su honestidad debe ser muy duro y que ello pueda ser motivo para contestar acre y violentamente ante dicho señalamiento, sin embargo, no hubiera sido despreciable el consejo de que ese juez se hubiera puesto en los zapatos de quien tiene una responsabilidad muy grande que cumplir y que no es una falsa apreciación estar viendo muy seguido sentencias o resoluciones que, lo que menos tienen, es de estar apegadas a derecho, como que fueran cuerdas, prudentes y de buen juicio.

    Siguiendo con los ejemplos, en mi calidad de comunicador social no puedo asegurar que existan intereses creados cuando se ordena a la Contralorí­a General de Cuentas que se le otorgue finiquito a un polí­tico que pretende ocupar un cargo público, pero teniendo este último una larga cola de juicios de cuentas pendientes por mal manejo de fondos, a cualquiera le entra la sospecha de que el juez responsable de tal resolución no está cumpliendo con sus obligaciones atinadamente. ¿Qué pasó entonces, se le olvidó al juez ponerse en los zapatos de los auditores que tienen en sus manos aquel grueso expediente que demuestra lo contrario y que por esa razón ha estado negando extender un finiquito, acción que ante la evidencia resulta a todas luces justificada?

    Si a lo anterior sumamos el sentimiento popular de rechazo a la impunidad, la corrupción y el cinismo de los polí­ticos desde hace ya bastante tiempo, ¿qué otra cosa cree un juez que haya logrado generar en la población cuando a un alcalde la Contralorí­a General de Cuentas le haya denegado el trámite de un nuevo finiquito, porque este polí­tico se pasó utilizando un finiquito falso durante cuatro años? De ahí­, que por no ponerse los jueces en los zapatos de la población, es que una gran mayorí­a de nuestra gente brincó de la alegrí­a al enterarse que ¡ahora sí­! Haya habido una persona o entidad que con entereza le puso coto a los desmanes y abusos de los jueces en el ejercicio de sus deberes y responsabilidades.