El Gobierno ha suscrito un acuerdo con Acción Ciudadana para realizar una lucha por la transparencia que será coordinada por la Vicepresidencia de la República y ello nos parece adecuado dada la envergadura del problema de la corrupción en Guatemala. Sin embargo, veo que estamos recorriendo el mismo camino que emprendió el gobierno de Berger, es decir, de cacarear la depuración del Estado y el combate a la corrupción, pero sin emprender ningún cambio de fondo en el sistema y los procedimientos.
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Hay que empezar diciendo que el sistema en Guatemala está hecho para que los pícaros hagan su agosto. No existen mecanismos legales ni de fiscalización y control que impidan a cualquiera enriquecerse en los cuatro años de ejercicio del poder y simplemente se quiere hacer creer a la población que basta la voluntad y la fama de una persona para respaldar el cambio y erradicar la corrupción. En arca abierta hasta el justo peca, decían antes las abuelas y nuestro Estado es un arca abierta de par en par porque no hay asomo de control.
En otros países del mundo existen entidades de fiscalización y control que son una especie de cuarto poder que actúa con eficacia para auditar el manejo de todos los recursos públicos, pero en nuestro medio hay demasiados atajos, demasiados vericuetos, que permiten a una persona medianamente lista clavarse el dinero que quiera sin dejar huellas que le incriminen ni meterse a problemas legales. La mejor prueba de todo esto es que legalmente nadie puede hacer nada contra Jorge Serrano, por ejemplo, por enriquecimiento ilícito porque la forma en que usó los confidenciales le ampara plenamente. Tampoco se podrá nunca encausar con propiedad a Portillo, porque el peculado no se aplica al Presidente de la República porque él no maneja fondos.
He dicho hasta el cansancio que Ramiro de León Carpio nos tomó el pelo a todos los guatemaltecos con aquella reforma constitucional que prohibió los fondos confidenciales porque él hizo uso de los fondos secretos del Ejército para cubrir las «necesidades» de la presidencia y todos los gustos adicionales del mandatario. Y eso sigue siendo exactamente igual, por lo que es paja que nos digan que de la bolsa del Presidente saldrá el dinero (alrededor de un cuarto de millón de quetzales) para pagar el avión que le llevó a Brasil. Si algo hay que pagar, además de los favores, el dinero saldrá de esas generosas partidas secretas de los gastos militares que por tal razón siempre se engordan con millonarias transferencias.
Si el Vicepresidente quiere realmente promover transparencia tiene que entender que el problema no es de personas sino de procedimientos, de mecanismos de control y de eficiencia fiscalizadora. Porque donde hay dinero, siempre habrá tentación de alguien para corromperse y además no todo el enriquecimiento ilícito es producto de cajonazos al erario, sino que la mayor parte viene de los sobornos ofrecidos por empresas privadas para lograr ventajas en su respectiva actividad. ¿Cómo detener ese tipo de corrupción basado en la mordida? Será interesante escuchar la propuesta de Acción Ciudadana que tiene vínculos con Transparencia Internacional y que, por ello, saben que la corrupción es un mal extendido por todos lados y contra el que no basta la buena intención ni mucho menos la supuesta buena fama. Al final es cuestión de procedimientos y controles y eso es lo que nadie quiere cambiar.