El Ministerio Público y la Policía Nacional Civil han realizado investigaciones a fondo en relación con el asesinato de Cristina Siekavizza y la desaparición de sus dos hijitos como por arte de birlibirloque; pero, hasta hoy, el crimen perpetrado contra Cristina y la desaparición de las dos criaturas inocentes, a pesar de esa labor investigativa, continúan en profundo misterio.
Lo declarado ante las respectivas autoridades y públicamente por una persona del servicio doméstico del ahora destruido hogar de Cristina, el responsable del mencionado crimen es el esposo de la víctima, quien a raíz del hecho puso pies en polvorosa.
El caso de referencia ha tenido gran resonancia en nuestro país y en el exterior, principalmente en el resto del Istmo centroamericano.
Los medios de comunicación escritos, radiales y televisados han informado ampliamente sobre el particular, especialmente haciendo entrevistas a los progenitores y a otros miembros de la familia de Cristina.
Actos criminales como el aludido son cometidos a diario en los diversos ámbitos de Guatemala y han repercutido extraordinariamente en el ámbito internacional, lo cual ha provocado mayor desprestigio para nuestra infortunada patria.
Cierto es que no sólo por la violencia criminal se ha puesto en mal predicamento al prestigio que se había reconocido respecto de nuestro país, en el que por tan negras rachas registradas cotidianamente se han llegado a ver con toda naturalidad los graves sucesos, casi con la indiferencia de estatuas…
Virtualmente, ya nadie que vive en nuestro sagrado suelo se escapa de los golpes de los sujetos que, en vez de trabajar honradamente, se entregan a cometer los nefandos hechos que mantienen en constante zozobra a la sociedad, una sociedad que, por cierto, temiendo que en cualquier momento un padre, una madre, un hijo, un hermano o cualesquier otros seres queridos, puedan correr un riesgo fatal.
El horrendo crimen de que fue víctima Cristina Siekavizza y el misterio absoluto que envuelve a la desaparición de dos niños de corta edad, ha merecido total repudio de todos los sectores de la sociedad guatemalteca, y es que realmente es gravísimo e indignante ese desgraciado acto criminal de lesa humanidad.
Quiera Dios que ¡por fin! se ponga en la claridad de la luz meridiana lo acontecido en un hogar que se pensaba que privaba la normalidad y que se vivía sin mayores problemas entre los cónyuges y sus primorosas criaturas; más bien, que existía un ambiente de esfuerzos, de tranquilidad y felicidad y con miras a forjar un futuro de promesas. Infortunadamente, las cosas resultaron contrariamente a lo que se suponía.
Es de desear y de esperar que no se suspendan, que no se compliquen y que no se dejen inconclusas las investigaciones de las autoridades policiales y judiciales, sino que se insista e insista mil y tantas veces hasta las últimas consecuencias, para que quien haya sido el autor responsable del hecho en mención y sus cómplices, si es que los hubiere, no queden cantando gloria aprovechando la asaz censurable situación de impunidad que está campeando en el país; sino, antes bien, que el responsable y sus secuaces sean objeto de veredictos condenatorios con todo el peso de la ley de orden penal.
Aun cuando no hemos tenido el gusto y el honor de conocer personalmente a los padres y demás miembros de la familia de Cristina Siekavizza, tenemos, por así decirlo, la sensación de ser solidarios con ellos, a quienes deseamos un pronto y buen desenlace de la por demás lamentable situación que, al menos hasta hoy, los entes, a cuyo cargo está la investigación, no han logrado borrar sus nubarrones para que, como consecuencia, den paso a una resolución justa a fin de que concluya la penosa incertidumbre.