Hasta que uno se para hartando


La viuda de un antiguo colaborador de La Hora habí­a colocado sus ahorros para cubrir los gastos de la vejez en el Banco de Comercio y ayer, cuando se enteró del problema y de que según la ley del FOPA, apenas 20,000 quetzales están garantizados y el resto en el aire, sufrió un infarto que la tiene en grave peligro. Su esposo fue un médico que durante años trabajó en hospitales nacionales y atendió su clí­nica pediátrica y logró dejarle a su esposa asegurado su futuro, según él, sin contar con que alguien en nuestro sistema financiero estaba usando esos recursos para darse préstamos a sí­ mismo y desvalijar a la entidad bancaria sin que las autoridades encargadas de supervisar las operaciones hicieran algo.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Como esta señora hay 121,000 clientes del banco que están ahora preocupados. Ayer, cuando se supo la noticia y se dijo que los socios del banco habí­an tomado la iniciativa de pedir el cese de operaciones porque les habí­a afectado el retiro de fondos derivado de las crisis sufridas por el sistema en los últimos meses, parecí­a un gesto de buena fe para buscar solución a un problema en el que los dueños de la entidad no tení­an arte ni parte. Hoy vemos que según la Superintendencia de Bancos no hubo tales, que no se produjo retiro de depósitos como habí­an dicho los socios y que, según la autoridad que supuestamente supervisa, lo que pasó fue que se recetaron préstamos a sí­ mismos y sin garantí­a por cantidades que provocaron la descapitalización.

En otras palabras, otra vez volvió a pasar lo mismo sin que la Superintendencia de Bancos pusiera remedio, pero lo más grave es que está ya sentado el precedente de que ese tipo de operaciones se pueden realizar en nuestro paí­s con la más absoluta impunidad porque nadie está interesado en exigir rendición de cuentas y cumplimiento de obligaciones civiles y penales. Y como hay que evitar los sobresaltos o posibles reacciones adversas del público, ese Estado vilipendiado por inútil e incapaz, sale presto a salvar a los socios de los bancos, cubriendo el dinero que desapareció para devolverlo a los ahorrantes. En otras palabras, para cada crisis bancaria estamos todos los contribuyentes que seguimos poniendo el lomo con millonarias cantidades mientras que los fondos desviados mediante esos préstamos a las empresas de los socios de los bancos, nunca regresan.

Hay una intrí­nseca desfachatez en estas operaciones, puesto que como saben que nadie va a dejar que se genere pánico ni se propague el escándalo, es muy fácil limpiar a un banco sin temor a consecuencias. Los otros bancos, temerosos de que pueda darse una estampida de clientes, tendrán que hacerse cargo de las operaciones de la entidad desfalcada y para cubrir las necesidades siempre se puede echar mano de recursos frescos, como ese préstamo de 50 millones de dólares que ahora usarán para tapar los hoyos de quienes manejaron el Banco de Comercio.

Si en Guatemala se puede matar a cualquiera impunemente, cómo no va a ser posible que ladrones de cuello blanco se armen hasta los dientes con dinero ajeno sin tener que rendir cuentas. Hay que decir que el señor Gutiérrez de Forex estafó a mucha gente, pero al menos tuvo la elemental decencia de pegarse un tiro. Si todos los que se han enriquecido con el ahorro de clientes de bancos y financieras siguieran en un dí­a su ejemplo, no alcanzarí­an las funerarias para tender tanto cadáver. Pero no hay pena porque esa posibilidad es pura fantasí­a ya que allí­ esta el Banco de Guatemala y el dinero de los contribuyentes para ir tapando los clavos.