Cuando a principios de los años ochenta, con la plena vitalidad de nuestros años juveniles, nos vimos de pronto estudiando los últimos años de la carrera magisterial en la Escuela Normal Central para Varones, la formalidad aún se respiraba en sus salones y en todos sus ambientes, a pesar que fueron años violentos y tiempos de transición entre un edificio antiguo destruido y otro que se vislumbraba sólo como remota posibilidad. Estudiábamos en galeras alrededor de un gran patio, de cuyas texturas, entre blancas y amarillas, el polvo del verano arrancaba nostálgicos recuerdos con olor a escuela vieja, al ritmo de nuestra marimba normalista que siempre alegró nuestras mañanas… pues era, en ese entonces, el corazón de aquella bullanguera juventud escuelera.
Las galeras, que eran polvo en verano, se convertían en alegría de goteras en invierno, y un buen grupo de profesores, todos muy formales, aunque no por formales, tiranos o terroristas del aula, nos introducían, más que al mundo de la Pedagogía y la Didáctica, al ámbito de las humanidades: Filosofía, Literatura, Historia. En ese contexto, en nuestra Escuela Normal, sobresalía un profesor, tanto por su estatura como por su seriedad y formalidad que, de seguro, le venía de su preparación y de su experiencia, tanto pedagógica como política… él era nuestro Profesor de Literatura; Señor, más que licenciado, y Amigo más que profesor, Jaime Barrios Archila.
Hace algunos días supe de su muerte. Nunca más, desde que egresamos como maestros de educación primaria urbana, pude verle; siempre quise visitarlo para agradecerle en mi nombre y el de mi promoción normalista, más que sus enseñanzas, su ejemplo de dedicación vocacional y amor por las humanidades, especialmente por la Literatura. Gracias a él pudimos entender y valorar a nuestros autores nacionales y universales. Con él descubrimos la trascendencia de un Rubén Darío etiquetado por los críticos como un formalista modernista y, por consiguiente, frívolo y preciosista. Don Jaime nos abrió el camino a la interpretación en clave universal de Asturias y de la Literatura prehispánica. Nos abrió su corazón y en él encontramos el amor por el Arte universal, por las Letras, por las Humanidades; por nuestra Escuela y por nuestra Patria, Guatemala.
Han pasado ya más de veinticinco años y su presencia no se debilita. Don Jaime vive en el recuerdo de todos cuantos le conocimos y recibimos su experiencia vital, pedagógica y didáctica. Gracias a él y a casi todos los profesores que en esa época nutrieron con su práctica docente a nuestra centenaria Escuela Normal, hoy sus actitudes frente a la vida y la cultura, perviven.
Hasta pronto, profesor Barrios Archila.