Algunos creen que para ser amigos, basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud. Aristóteles
Algunos seres humanos marcan su camino, y van dejando huella por donde pisan, una de estas personas es el aún embajador Stephen McFarland, quien ha participado en la vida nacional en forma activa, no se ha limitado a las famosas reuniones de la Comunidad Internacional, a las presentaciones gubernamentales, y a enviar informes sobre nuestra sociedad, él ha ido más allá de ese quehacer de los demás embajadores, ha compartido con nosotros, tristezas, alegrías, tradiciones, actuando como un guatemalteco más, y eso ha marcado la diferencia, entre su personalidad y otras, por lo que su rostro bondadoso, agradable, se ha vuelto parte de nuestro entorno, su actuar atípico, en relación a los demás representantes de países amigos, ha marcado la diferencia. Por eso su despedida se siente, como cuando un amigo se va, y así es para muchos/as.
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Recuerdo perfectamente cuando la bomba en el autobús, allí estuvo él para apoyar a los heridos y sus familiares, o cuando ha estado como observador en la Huelga de Dolores, o, en los Barriletes de Sumpango, también cuando se vio su fotografía cargando el féretro del gran Sam Colop. Ser el representante de una potencia mundial conlleva la integración de dicho representante a la sociedad, más aún una como la nuestra, tan heterogénea, conflictiva, y con una historia reciente tan violenta cuya herencia vivimos el día a día, es complejo, sin embargo el embajador McFarland lo hizo sentir como cuando un amigo nos visita, y comparte con nosotros un período de tiempo, el que quisiéramos, en algún momento no terminara.
Por todo lo anterior no podía desaprovechar la oportunidad de transmitirle al señor embajador mi sentir, el que es de muchos guatemaltecos/as. Considero que habrá un antes y un después entre las relaciones del pueblo de Guatemala, y el embajador de EE. UU., mejorar esas relaciones será una tarea si no imposible, si difícil, porque es muy dificultoso comprender la estructura de la sociedad guatemalteca, dado que su geografía es parecida a sus características emocionales, puede pasarse de lo cálido a lo frío en poco tiempo, parecieran varios países en uno, y así nos comprendió Stephen McFarland, independiente de sus funciones intrínsecas como representante de la mayor potencia mundial incluidos los famosos wikiLeaks, al obedecer las decisiones de su gobierno, nos ha demostrado que dentro del cumplimiento de las mismas, trató, y lo hizo con creces de identificarse con nuestro país.
Por eso es muy difícil identificar la embajada de su país, sin ese rostro amigo, ya que supo granjearse la confianza del guatemalteco, que en si es bastante confiado, y por eso recibe muchos desengaños, si no, falte mencionar tantos extranjeros que nos han burlado, y se han marchado en medio de la impunidad, me imagino una sonrisa sarcástica de creernos tontos, pero no lo somos, simplemente somos confiados, y creemos en las personas, más aún en los foráneos, prueba de ello es la visita en el año 2004 de un supuesto doctor en economía, que incluso se entrevistó con el entonces presidente Oscar Berger, y le dio consejos sobre el sistema tributario, posteriormente se supo que era un farsante, que no tenía título alguno, pero aquí fue recibido con todos los honores.
Por lo tanto, es importantísimo resaltar la personalidad tan especial del hasta hoy embajador de los EE. UU., en Guatemala, quien se ha identificado con todas las clases sociales del país, sin importar, clase, credo o sexo. Con funcionarios como el señor embajador Stephen McFarland, las relaciones internacionales de los países del tercer mundo, como el nuestro y los del primero, serían menos difíciles y complicadas.
Por eso con todo el respeto que se ha ganado, vaya para él un hasta pronto caballero, y gran amigo de este país, que no olvidará su calidad de persona, así como su integración a los problemas nacionales, que por tratarse de la potencia de que representa, hubiera sido más complicado, en las circunstancias que nos acompañó, si no tuviera las cualidades que tiene, y que a donde lo designa el gobierno de su país, siempre actué como en el nuestro, identificándose con el guatemalteco de la calle, ese que ríe y llora, ese que trabaja, impuntual, creador de chistes, se dice trabajador, y sabe valorar al grande y al pequeño, multilingí¼e, pluricultural, cálido, confiado, pero al fin y al cabo, con su propia idiosincrasia.
Nosotros no cambiaremos en algún tiempo, en relación a nuestra enorme pobreza económica, pero contamos con una riqueza muy nuestra, recibimos al viajero, como a un gran amigo y somos enormemente confiados, aunque no lo parezcamos.
Hasta siempre señor embajador Stephen McFarland.