Curiosamente, a partir de una situación tan superficial como los desastres de nuestra selección nacional, piensa uno en lo que somos como país y cuánto nuestro futbol termina siendo reflejo de la realidad nacional por esa tendencia al conformismo que pareciera ser nuestro sello. Durante años fuimos el país más importante y avanzado de Centroamérica, la antigua Capitanía General, pero poco a poco hemos ido resignando esa posición y ni tenemos liderazgo regional ni nos hemos preocupado por mantenernos a la vanguardia prácticamente en nada. No deja de ser una vergí¼enza nuestra red de carreteras comparada con las de nuestros vecinos, para citar apenas un ejemplo muy concreto, pero además cuando vemos los indicadores del desarrollo humano vemos que lejos de avanzar nos conformamos con lo que tenemos y cada año en algo nos superan otros países.
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Por eso digo que en el liderazgo nacional, y no sólo político sino en todos los órdenes de la vida, nos haría falta una bocanada de aire fresco, producto de una generación inconforme que no se resigne con entretener la nigua sino que se plantee el reto de una profunda transformación del país a partir de la misma mentalidad del guatemalteco. Aspirar a cosas grandes, a enfrentar con determinación los desafíos más retadores, en vez de conformarnos con «irla pasando» y vivir, como decimos sin rubor ni vergí¼enza, jodidos pero contentos.
Y es que cuando vemos nuestro actual proceso electoral tenemos que entender que no hay mucha diferencia con respecto a los procesos de selección nacional. Vendrá otro entrenador que se llenará los bolsillos para terminar su ciclo sin obtener ningún resultado importante porque no se aspira a mucho. En realidad no aspiramos a nada porque nos conformamos con muy poco. ¿Dónde está esa propuesta política de transformación del país que nos saque del marasmo, que nos catapulte a un cambio profundo y esperanzador para construir una patria diferente que ofrezca realmente expectativas a sus habitantes?
Por el contrario, seguiremos exportando a nuestra gente porque los chapines no encuentran oportunidad en su propia tierra y prefieren emigrar a pasar penas y sufrimientos en el Norte con la ilusión de mejorar su nivel de vida, aspiración que resulta utópica en su propia patria.
Nuestra selección nacional es una especie de microcosmos de nuestro país, en el que siempre andamos buscando excusas y pretextos para justificar nuestra incapacidad para pensar en grande y concretar grandes proyectos y aspiraciones. Somos peor que Mourinho en eso de andarle siempre echando la culpa al árbitro de nuestros fracasos y en general así somos. Culpamos a los políticos sin admitir nuestra responsabilidad porque, al fin y al cabo, nosotros los encumbramos al poder cayendo de babosos con sus cantos de sirena y ofrecimientos vacíos.
Yo creo que el problema no está en los entrenadores sino en la actitud y al final de cuentas, cuando repito mi idea de que para desgracia del país en muchos chapines corre horchata en las venas en lugar de sangre, lo veo materializado en jugadores que no son buenos ni para correr porque si no son desganados son verdaderos huevones.
No sé si algún día veré al fin esa bocanada de aire fresco en Guatemala y si me tocará presenciar la maravillosa oportunidad de un cambio tan marcado, tan profundo. Pero sin duda que ha de llegar el día porque no puede ser que sigamos condenados a la mediocridad y que nos resignemos a ese vivir jodidos y contentos. Si estamos jodidos, reventemos de descontento; es lo menos que debiéramos hacer.