Hambruna


Lo que ahora está de moda en los medios es la hambruna. La hambruna es una constante en Guatemala desde que estas tierras fueron conquistadas en la forma que, quienes lo hemos leí­do, sabemos cómo lo hicieron los conquistadores: a base de inmisericorde abuso, asesinato y traición.

Roberto Arias

Pero si cambiamos el tono de la nota y pensamos como siempre deberí­amos pensar, pensarí­amos que Don Justo González, educador y escritor cubano, escribió: «Los descubrimientos de la ciencia y los inventos del ingenio no han servido para hacer más virtuoso al hombre. Ni para hacerlo más feliz. Ni para resolver sus problemas individuales ni sociales» y agrega, «…Mientras los bienes de consumo se producen con fantástica rapidez, hay más gente necesitada y hambrienta que nunca».

Si nos preguntáramos ¿por qué? Encontrarí­amos tantas respuestas como preguntas? La única conclusión irrefutable es: ¡Un paí­s con hambre es un paí­s sin amor! ¿A quién culpar? Al fin y al cabo es más fácil encontrar culpables que soluciones. De nuevo encontrarí­amos muchas respuestas, algunas sin sentido y otras con alguna verdad en ellas.

En Guatemala, como en muchos paí­ses del mundo -incluyendo algunos de primer mundo- hay hambruna? También hay riqueza monetaria y vestigios de recursos naturales que otrora constituyeron una gran riqueza.

Quisiera tener la fórmula para conciliar la desesperanza con los excesos, la ecuación que me permitiera igualar a tanto obeso con tanto raquí­tico; la poción mágica que pudiera darse a cada miembro de una sociedad enferma para que sanara del gran mal que padece: La Indiferencia?

Las personas con hambre no son mercado meta para ninguna institución financiera o comercial, tampoco son potenciales ofrendantes para ninguna iglesia, su voto es nulo a priori, no producen rentas imponibles, no son sujetos a extorsiones. Su pecado es mortal: ¡NO CONSUMEN!

Hagamos algo por favor, hagamos algo ya, luego buscamos culpables o sobras en los presupuestos del Estado o dádivas en el extranjero. Invito a las embotelladoras de agua a enviar su cuota del preciado lí­quido en cantidades decentes, a los productores de alimentos a hacer lo suyo, a los licoreros a donar algo de sus monstruosas ganancias, a los laboratorios médicos a donar medicinas, a l@s médic@s a donar su conocimiento y su tiempo, a las Universidades a organizar campañas de ayuda entre sus estudiantes y docentes, a las Iglesias a llevar la palabra y el pan a los necesitados, a los Bancos a abrir cuentas en las que ellos igualen o dupliquen lo que se recaude en pro de esta gente, a los medios a cubrir esta desgracia más allá de la noticia y del reclamo necio, a los acaudalados a compartir algo de su bendición, a los Rotarios y clubes similares a decir presente y ante todo, agradezco a las familias de las zonas más pobres la ayuda que enviaron por medio de la televisión, donde se hicieron mayoritariamente presentes.

Invito, insto, suplico, a toda la población a que nos acerquemos al que nos necesita. Pongamos en práctica el Sermón de la Montaña. Veamos esta urgencia como una forma de unirnos en un propósito, llevemos nuestra religión más allá del rito dominguero y sintámonos guatemaltecos. Demostremos la verdadera grandeza de Guatemala. Los hambrientos nos están dando la oportunidad de que adquiramos una identidad.

Se acerca el 15 de septiembre, la patria somos el pueblo, no gastemos en banderitas y fiestas. La gente con hambre necesita comer hoy, no puede esperar la emisión de decretos.