Hambre Cero y canastas navideñas


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Los encargados de la seguridad alimentaria del país forman parte del contingente de funcionarios públicos que destinan fuertes sumas de dinero a regalar costosas canastas navideñas con fondos públicos. En realidad ningún funcionario debiera estar usando los fondos públicos para hacer regalos de esa naturaleza y que jamás hicieron cuando eran ciudadanos comunes y corrientes, pero mucho menos los que tienen la encomienda de trabajar contra la desnutrición en el país, programa que, como todo el plan de inversión del gobierno, tiene una bajísima ejecución.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Resulta que al final del ejercicio presupuestario todas las dependencias tienen asignaciones sobrantes porque no ejecutaron lo que se había presupuestado y entonces gastan a manos llenas simplemente para agotar su cuota. Las canastas y regalos navideños, que van desde agendas de cuero que con los nuevos dispositivos tecnológicos ya prácticamente nadie usa, hasta finos licores que se consumen con fruición en estos días, cuestan un ojo de la cara porque ya sabemos que el Estado siempre compra a precios más altos de lo que se carga al consumidor en el mercado nacional. Y sirven para que funcionarios que han sido toda su vida pobres diablos puedan echar chile con ostentosos regalos que, por supuesto, no volverán a hacer nunca cuando entreguen sus cargos. Sería bueno averiguar cuántas canastas, por ejemplo, enviará este año, quien fuera titular de la cartera de Finanzas y ahora está de vuelta en la actividad privada.

Pienso que si en todo caso quieren hacer algunos regalos debieran de hacerlo con la gente más necesitada, con quienes se encuentran en condiciones de pobreza y no con los que se consideran influyentes y poderosos que son, precisamente, objeto de los halagos de esos funcionarios generalmente mediocres que usan dinero ajeno para quedar bien con ellos.

La banalización de las fiestas navideñas es un hecho impuesto por el consumismo que nos atrapa y es parte esencial de nuestras vidas. Pero en el ejercicio de las funciones públicas no cabe ese comportamiento irresponsable. Distinto sería elaborar muchas canastas con alimentos básicos para ser repartidas en los lugares donde hay más necesidad. Sin licores, el costo de las canastas se reduce drásticamente y no haya razón para que el dinero escaso del Estado termine siendo dilapidado en costosas botellas de licores finos repartidos como si fueran anicillos por esa especie de nuevos ricos que saludan literalmente con sombrero ajeno.

La semana pasada informamos de los gastos que se están haciendo en varias dependencias para la compra de las canastas y lo que más llamó la atención es que las encargadas de trabajar para promover mejor nutrición y el hambre cero, que tienen una bajísima ejecución presupuestaria, estén entre la lista.
El Presidente tendría que girar una orden ejecutiva para que todos sus ministros y Directores Generales se dejen de babosadas y pongan fin a una práctica que no puede justificarse en un país como el nuestro. Pero seguramente que las canastas más costosas y fachendosas saldrán de los despachos del Presidente y la Vicepresidenta, porque así es como se estila en nuestra empobrecida patria.

Quien quiera hacer regalos para quedar bien, los debe pagar con los fondos provenientes de sus jugosos salarios y no con cargo a partidas que deben existir para cubrir necesidades públicas. Seguramente dirán que con lo que se ahorre de proceder de esa manera no se resuelve nada, excusa que siempre sale a bailar cuando se proponen políticas de austeridad en el gasto, pero así como de centavo en centavo se hacen las fortunas pasa con el presupuesto del Estado y, sobre todo, se envía un mensaje edificante de respeto a las necesidades y pobreza del pueblo.