La esperanza de hallar supervivientes bajo los escombros en Puerto Príncipe disminuía hoy, nueve días después de un devastador sismo que seguía movilizando a socorristas y a la comunidad internacional, llamada a lanzar «un plan Marshall» para reconstruir a Haití.

Cientos de miles de haitianos, en la capital y el interior, seguían esperando, a menudo en condiciones de higiene espantosas y atenaceados por el miedo a la violencia, que la ayuda internacional les aportase agua y víveres, un día después de la réplica más violenta del sismo del 12 de enero.
Estados Unidos, en el papel de encargado de la logística, espera terminar «muy pronto» la etapa de búsqueda de supervivientes para pasar a la siguiente: recoger los cadáveres y despejar de escombros la devastada capital.
Ayer hubo aún unos pocos rescatados, a quienes se considera «vivos por milagro». Desde el inicio de las operaciones, según la ONU, un total de 121 personas fueron extraídas con vida de entre los escombros.
Telle Mendji Bahina Sanon, una haitiana de 11 años, fue encontrada viva el miércoles al anochecer después de pasar ocho días bajo los restos de su casa.
Pero las posibilidades de supervivencia de las víctimas son escasas después de más de una semana, y los 43 equipos internacionales que trabajan en la isla, con casi 1.800 socorristas y 161 perros, saben que están luchando más que nunca contra el reloj.
En Puerto Príncipe, ocho hospitales, la mitad de los cuales son estructuras de campaña, están funcionando, además del barco-hospital norteamericano «Comfort», que tiene mil camas.
Los balances provisorios de la catástrofe provocada por un terremoto de magnitud 7 seguían siendo de unos 75.000 muertos, 250.000 heridos y un millón de personas sin vivienda, según el servicio de Protección Civil de Haití.
Sin embargo, el general Ken Keen, que dirige la fuerza especial estadounidense en Haití, adelantó como «hipótesis de trabajo» la cifra de 150.000 a 200.000 muertos.
Unos 400.000 habitantes de Puerto Príncipe se instalaron en uno de los 300 campamentos improvisados por la ONU.
Las condiciones de higiene son allí abominables: las mujeres se lavan cerca de las inmundicias, los niños hacen sus necesidades en medio de los demás siniestrados y el agua que se bebe no es potable y provoca diarreas e infecciones.
Los damnificados carecen de todo y los que lograron hacer acopio de agua, víveres o gasolina los venden a precio de oro, desencadenando una disparada de los precios.
«Si no hay distribución rápidamente, la seguridad se deteriorará, porque la gente tiene hambre y sed y las bandas de delincuentes han regresado», advirtió el miércoles el jefe de la comisaría de Cité Soleil, una villa miseria de Puerto Príncipe que no sufrió grandes daños con el terremoto.
Soldados estadounidenses fuertemente armados de la 82ª división aerotransportada patrullaban a pie las calles comerciales del centro para disuadir a los saqueadores, a menudo sin éxito.
En el interior del país, dos camiones cargados de alimentos no pudieron entregar el miércoles su preciosa carga en Leogane, a 30 km al oeste de Puerto Príncipe, debido a las peleas entre la muchedumbre.
El general Keen reconoció que la coordinación de los socorros es ahora «uno de los principales desafíos», así como garantizar la seguridad en los lugares de distribución, para evitar «motines».
El ejército norteamericano, que enviará 4.000 soldados suplementarios, llevando sus efectivos a 15.000 -y que cuenta además con 20 buques, así como un portaaviones a propulsión nuclear- anunció para el viernes la reanudación de los servicios del puerto de la capital, donde un barco francés descargó el miércoles ayuda humanitaria.
El acceso al puerto permitirá desatascar el tráfico en el aeropuerto de Puerto Príncipe, donde por el momento convergen tropas, material y ayuda humanitaria.
El director general del Fondo Monetario Internacional (FMI, Dominique Strauss-Kahn, llamó a la comunidad internacional a lanzar «una especie de Plan Marshall» para Haití, inspirado en el plan de ese nombre que permitió reconstruir Europa occidental tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Haití recibió hasta ahora promesas de donaciones de más de 1.200 millones de dólares, según la ONU. En Estados Unidos, más de 22 millones de dólares de donaciones fueron recogidos únicamente por mensajes de texto telefónicos.
En América Latina, el líder de la izquierda radical, el presidente venezolano Hugo Chávez, acusó a Estados Unidos de querer «apoderarse de Haití sobre los cadáveres y las lágrimas de su pueblo».
Su aliado boliviano Evo Morales quiere pedir a las Naciones Unidas una «reunión de urgencia para rechazar» lo que calificó de «ocupación militar» norteamericana de Haití.
Brasil, que está al mando del contingente militar de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (MINUSTAH), tiene intenciones de duplicar su contingente, que pasaría de 1.300 a 2.600 militares.
Una semana después del sismo que afectó Haití, sacudido ayer por un nuevo temblor, se siguen encontrando sobrevivientes bajo los escombros, pero estos casos excepcionales son casi milagros, consideran especialistas interrogados por la AFP.
«Se está llegando pronto al límite», subrayó Philippe Dabadie (Hospital Pellegrin de Burdeos), especialista en medicina de catástrofes.
«Estamos llegando a casos excepcionales que son casi como milagros», agregó.
Los equipos de rescate internacionales salvaron a 121 personas de entre los escombros de los edificios que se derrumbaron durante el sismo del 12 de enero.
Siete días después, una septuagenaria, una joven y un bebé de 23 días salieron vivos de entre los escombros.
Un análisis estadounidense publicado en 2006 en la revista especializada Prehospital and Disaster Medicine mostró que las víctimas atrapadas entre las ruinas de edificios derrumbados después de un terremoto pueden sobrevivir en casos excepcionales hasta cinco o seis días.
«En condiciones particulares e ideales, la supervivencia puede llegar a dos semanas», según este análisis.
Tales condiciones están ligadas a la vez a la persona misma –hay mayores posibilidades de resistir mucho tiempo si se goza de buena salud antes de la catástrofe– y a las circunstancias como quedó atrapada.
Las heridas son un factor negativo y el acceso al agua un elemento positivo.
«Los que se logran rescatar de los escombros son individuos que por lo regular quedaron encerrados en una estructura y no los que fueron aplastados», explica Eric Fedida, de Socorristas sin Fronteras, quien acaba de regresar de Haití a Israel.
En Haití, el encierro protegió a las víctimas del sol y en parte del calor, disminuyendo así el proceso de deshidratación.
«Hay personas que resisten porque durante la noche, a causa de la humedad, llegan a beber incluso pequeñas gotas de agua», añadió Fedida.
Además, el hecho de que no pueden moverse hace que ahorren energía, agregó.
Por su parte, el explorador Jean-Louis Etienne, médico especialista de la fisiología humana en condiciones extremas, subrayó la importancia de lo mental, «uno de los principales elementos de la resistencia» a las catástrofes.
«El milagro puede provenir de la fuerza principal, que es la voluntad», aunque es algo «que es muy individual y demasiado circunstancial también. Uno puede aferrarse a una idea que facilita la resistencia», como sería una creencia religiosa, explicó.
«El pánico, el temor a morir, hacen consumir las reservas y conducen rápido a la muerte», puntualizó.
Según el explorador, el pánico provoca una secreción de adrenalina muy importante, que acelera todos los procesos biológicos y vacía las reservas.
«Â¿Es necesario seguir luchando mediante el uso de importantes medios desplegados para encontrar a personas» cuando hay tan pocas esperanzas ya de encontrar sobrevivientes?, se pregunta Dabadie.
«El asunto es ético», añade el médico, mientras que el ejército prevé que está llegando el fin de la búsqueda.
«Hay todavía esperanza. Hay esperanza», reitera Eric Fedida, cuya asociación sigue trabajando.