Haendel: Su música -VI-


Continuamos con ese genio de la música que es Georg Friedrich Haendel y como homenaje a Casiopea, esposa dorada de tul y ámbar, que es mi ilusión apresurada y mis ansias de tenerla en plenilunios infinitos.

Celso Lara

En música para orquesta el cenit de la producción musical ha de buscarse en los doce concerti grossi agrupados en la op. 6, cuya composición se inició en los primeros años del siglo XVIII, después de la visita de Haendel a Italia y de la música de Corelli, por la que se sintió poderosamente atraí­da y de la que asimiló el estilo y la forma.

Es evidente que los conciertos de Haendel parten del concerto grosso del músico italiano, en tanto que ambos se estructuran en varios movimientos que enfrentan un pequeño grupo de instrumentos -concertino- a una formación más grande -ripiendo-, sin que este enfrentamiento signifique la imposibilidad de que ambas secciones se expresen al uní­sono. Sin embargo, la personalidad de Haendel se desató pronto de la influencia de Corelli y sus creaciones en la forma Concerto se distinguen por una mayor abundancia de material musical, por un más amplio desarrollo de ideas y por unas lí­neas melódicas y armónicas mucho más profundas, menos limitadas.

Como bien observa Henry Lang, «Las figuras son más grandes, las curvas melódicas más amplias, y la estructura más grandiosa. En cuanto empieza un allegro, lo arrolla todo con el í­mpetu del agua de la montaña, mientras que los movimientos lentos hilan guirnaldas alrededor de reposadas melodí­as».

Así­ como los conciertos de Bach están apoyados en gran medida en Vivaldi, los de Haendel tienen como patrón los de Corelli, pero habrá de advertirse cómo en Haendel las sonoridades están enriquecidas por los timbres de las maderas, que no utilizó Corelli, y por los acusados contrastes de carácter del Alto Barroco. Estos contrastes van desde las melodí­as gráciles a la pomposidad de ciertos movimientos iniciales.

La gran aceptación que obtení­an en su época los conciertos de los compositores italianos no pasó inadvertida a Haendel, quien se apresuró a escribir dos colecciones majestuosas que fueron acogidas con entusiasmo en un clima de insistente demanda de estas producciones musicales.

Los seis conciertos que componen la primera serie, op.3, se destacan porque a las cuerdas se les unen los instrumentos de viento (oboes y fagotes), y los doce que integran la op. 6 son conocidos como conciertos para cuerdas solas. Sin embargo, se ha podido comprobar en los manuscritos que dos de estas composiciones tení­an la colaboración de dos oboes. Estos mismos autógrafos indican claramente que a Haendel le gustaba que de continuo lo ejecutasen dos instrumentos, señalando el órgano para los tutti y un clavicémbalo para el concertino.