Todo desapareció y luego el teléfono empezó a sonar ¿Estás bien?, ¿qué te pasó?, ¿te diste cuenta de que te hackearon tu correo?
Y sí me di cuenta, me disculpé con todo el mundo sin tener yo la culpa (aunque eso lo hago a menudo) e intenté avisar que no era cierto, pero no había contactos en mi cuenta, ni mensajes, ni nada. Yahoo seguía diciéndome Hallo, Claudia y yo lo odiaba, transmitiendo a ese portal mi sentimiento de rabia hacia quien se robó mi cuenta y se valió de mi nombre para intentar estafar a otros.
cnavasdangel@gmail.com
Me comuniqué a ese portal, puse mensajes en Facebook, tranquilicé a mi mamá ¡No, no estoy en Edimburgo, no me han robado (bueno sí pero no físicamente), no necesito dinero, es decir nunca cae mal un dinerito extra, y luego me senté a esperar una respuesta del servidor de Yahoo.
Que es de lo más común, dicen, que se recupera la información, que la culpa es mía porque de plano no tenía una clave hipersegura combinada de números y signos, que qué voy hacer si algún incauto (bondadoso diría yo) depositó dinero.
Había oído mucho de hackers, pero como bien dicen por ahí hasta que el pellejo no siente no duele, y sí duele, molesta, encabrona perder información de personas, mensajes valiosos, fotos y sentirme insegura hasta en la Red. Que si no tenía copia de todo soy una cleta, sí ya lo sé, mea culpa, no me lo esperaba.
Lo único que sé es que mi intimidad fue violada, que me desvelé una noche completa de lo molesta que estaba y que ahora tengo temor de que invadan mi Facebook, mi blog, de recibir alguna amenaza, de que alguno de mis contactos sea la próxima víctima de un desgraciado.
Ahora no me queda más que esperar, recolectar de nuevo la información perdida y aprender a cuidarme también cuando encienda la computadora.
Que con su pan se lo coman y que nunca conozcan Edimburgo.