Desde que comenté, por vez primera, el libro del exministro de Finanzas, Juan Alberto Fuentes Knight, dije que más que una rendición de cuentas era una especie de aplicación para mantener abiertas las puertas de los organismos internacionales con los que ha trabajado históricamente. Y lo hice porque una cabal y correcta rendición de cuentas tiene que ir más allá de contar que hubo intromisiones de Sandra Torres, como él llama a lo largo del libro a la que fuera esposa de su jefe, y que los diputados chantajean al gobierno con cuestiones como el listado geográfico de obras.
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Rendir cuentas no es contarnos que los empresarios no aceptan una reforma fiscal y que se oponen a cualquier planteamiento que busque la justicia tributaria. Ya en los años sesenta el padre de Fuentes Knight se dio cuenta de eso cuando lo obligaron a dejar el ministerio de Hacienda porque el empresariado de la época se molestó por la iniciativa para modificar el sistema tributario del país. Más que eso, basta leer un poco de historia para darse cuenta que el origen mismo de Guatemala tuvo que ver con la resistencia de los criollos a seguirle pagando impuestos a la corona española, lo que evidencia cuán arraigado está ese tema en la conciencia de quienes se sienten y actúan no como miembros de una sociedad de amigos del país, sino como integrantes de un colectivo que se siente dueño del país.
Ahora que se ha pedido el arraigo del doctor Fuentes Knight para que explique judicialmente cómo fue que operó ese extraordinario poder tras el trono de quien fuera esposa del presidente Colom, puede empezar una auténtica rendición de cuentas que nos aclare detalladamente cómo era que funcionaban esas intromisiones y que diga el papel que jugó tan abusivamente la mano derecha de la señora Torres, Cecilia Palomo, en el control del Ejecutivo donde cualquiera que chistara contra las órdenes de esas dos mujeres tenía que arreglar sus maletas para irse con su música a otra parte. En realidad hubo un verdadero caso de usurpación del poder porque los guatemaltecos eligieron a Colom y Espada como binomio y al final de cuentas el verdadero binomio, por lo que deja ver tímidamente el libro, fue el de Torres y Palomo.
Pero también se abre la oportunidad para superar la omisión de denuncia ante los actos delictivos en que incurrieron los diputados al Congreso de la República cuando se convirtieron en émulos de cualquier mara dedicada a la extorsión. El Congreso de la República, colectivamente, y algunos diputados que el Ministro bien podría identificar, manosearon los rubros de inversión para terminar embolsándose dinero mediante la asignación perversa de obras a las ONG que ellos controlan.
Rendir cuentas es poner en la picota con nombres y apellidos a los que actuaron de esa manera y no simplemente decir que en el Congreso no se puede avanzar mucho debido a la corrupción. Eso lo sabe hasta el más burro de los burros, lo mismo que afirmar que en el gobierno de Colom fue su mujer la que tomó las decisiones. Rendir cuentas es justamente detallar las cosas tal y como ocurrieron para que pueda deducirse la responsabilidad correspondiente. Lo otro queda, como dije desde el principio, en una reiteración de cosas sabidas para justificar por qué no se lograron los resultados esperados luego de dos años y medio de gestión con poderes más o menos amplios y el respaldo del Presidente.
El epílogo del libro es un repaso de la historia del país respecto a la resistencia de los cabezones a pagar impuestos. La injerencia de McFarland terminó ayudándoles, pero con el poder que tienen y han tenido, como que no requieren de tecomates para nadar.