Hacia el centenario de Gustav Mahler: su vida I


Uno se los compositores de mayor trascendencia de la música occidental es Gustav Mahler, cuyo centenario de muerte ha de celebrarse en el 2011.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela A mi padre, maestro Celso Lara Calacán, con inmenso amor.

Con estos escolios Diario La Hora rinde homenaje a este genio del sonido postromántico del siglo XX. Hijo directo de la música de Bruckner, Gustav Mahler se perfila como el último gran sinfonista del milenio. Incomprendido por muchos, amado por más, Mahler es el epónimo de la música del siglo XX. De ahí­ pues, su importancia, además de lo gigantesco de su obra.

Y también, la extraordinaria música de Mahler es fiel universo sonoro de Casiopea dorada, amapolita de trigo fresco y enhiesto, agua de luceros y rosa fresca, que ha crecido dentro de mi pecho, como dulce trino, como luz conquistando lo lejano, como suave fruto florecido en su pulpa más honda. Mar danzante en constelación de Marte, tan afiligranada como los andantes de Mahler. De tal manera que, principiaremos apuntando que Gustav Mahler, nacido en el siglo XIX, con una infancia triste, sin calor y halonada por grandes sufrimientos, es el amanecer a la vida de uno de los últimos genios de la música del siglo XX.

A lo largo de toda su existencia conoció trágicos acontecimientos que, cada vez más crueles dejarí­an en él huellas imborrables. Gustav Mahler fue acosado desde siempre, por la idea de la muerte; esta idea le inspiró sus mejores composiciones.

A pesar de su muerte prematura, su obra fue inmensa. Compuesta exclusivamente de Lieder (canciones), y de sinfoní­as, fue, a la vez, el final de las tradiciones del XIX y la iniciación del siglo siguiente.

Persuadido de la misión que le incumbió, Mahler jamás hizo concesiones en materia de música. Hombre angustiado, al borde de la neurosis, gracias a una voluntad fuera de lo común, logró dejar por todas partes una huella de su paso. Llamado a los treinta y siete años para desempeñar el honroso cargo de Director de la Opera de Viena llevó a ésta a la vanguardia de los escenarios mundiales. Director de Orquesta genial, tiránico, exigente, suscitó los afectos más duraderos y los odios más tenaces.

Su vida no tiene otro sentido que las obras que compone, por lo cual su obra total está muy ligada a su análisis. Para Mahler, esas obras fueron el único medio de acceder a la inmortalidad y adopta la máxima de Gí¶ethe la verdadera gloria es durar, cuando declara: «actuarán por sí­ mismas, ahora o más tarde. ¿Es necesario estar presente cuando uno se hace inmortal?»

Importante es, para comprender la vida y obra de este genial compositor, entender su contexto socio-histórico:

Hablemos pues, del Imperio Austro Húngaro. De esta manera, entre los tratados de 1919 que siguieron a la primera guerra mundial trastornando el mapa polí­tico de Europa, hay dos que provocaron el derrumbamiento del imperio austro-húngaro: el de Saint-Germain y el del Triannon. El imperio perdió Bohemia y Moravia que se unieron entonces a Eslovaquia para formar la primera república de Checoslovaquia.

Termina un largo perí­odo de dominación impuesto a Bohemia y la Moravia desde el siglo XVI por la Dinastí­a de los Habsburgo. Bajo el impulso de estos últimos, ambas provincias, a partir de 1847, adquirieron un considerable desarrollo; la industria textil con los hilados de algodón y de lino, la extracción del carbón, la explotación de la fundición y por último el formidable desarrollo de la red ferroviaria constituyeron un atractivo incomparable para un gran número de habitantes del imperio. Esta revelación de Bohemia y de Moravia, ya iniciada hacia finales del silgo XVIII, suscitó un desplazamiento de la población hacia estas regiones. Los judí­os alemanes fueron los primeros empresarios de la revolución industrial.