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Cierto frío día de invierno, un hombre tuvo que salir a buscar leña para calentar su hogar. El viento y la lluvia azotaban fuertemente, así que decidió ir sólo, sin que su hijo lo acompañara en la dura caminata que haría bajo el inclemente tiempo.
Poco tiempo después, encontrándose en pleno bosque y mientras golpeaba un árbol con su hacha, vio venir a su pequeño hijo totalmente cubierto de fango y tiritando de frío. Sorprendido y disgustado preguntó al muchacho cómo se las había arreglado para encontrarlo pues a nadie había dicho cual rumbo tomaría para ir a cortar la leña. La respuesta del niño fue inmediata:
–Fue fácil, papá, dejaste la puerta abierta al salir y luego sólo tuve que seguir las huellas que fueron dejando tus pasos en el lodo.–
De la misma manera cada uno de nosotros deja huellas que guían a los demás; cuidemos que nuestros pasos vayan siempre sobre el terreno firme del buen ejemplo, la recta conducta. No transitemos por los caminos del mal porque nuestros pasos podrían evitar a otros a seguirnos.
El ejemplo es la semilla más fértil, tanto de los vicios como de las virtudes.